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viernes, 7 de julio de 2017

UNA UTOPIA, HISTORICA

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UNA UTOPIA, HISTORICA
Me informan mis vecinitos que están asaltando en la avenida Tokio a las personas y a los comercios e incluso me señalan a uno de los rateros, cuando  este pasa frente a mi negocio; y es entonces cuando empieza a volar mi imaginación y llegan los recuerdos a mi mente; de cuando era un niño allá en la zona norte de Nezahualcóyotl; cuando se empezó a poblar la comunidad; se juntaban las madres de familia para proteger a su vástagos; si asaltaban a alguno iban las señoras con palos , machetes y escobas; tras el infeliz que había molestado a su hijo o hija. Por supuesto que esto cambio con el tiempo; crecieron las colonias, aumento la población, había más vagos y más drogadictos. Pero, en ese breve espacio de tiempo, los que querían delinquir se alejaban de la zona de peligro; por temor a la comunidad.
Nuestros escuálidos auto defensas eran madres de familia, ancianos y jóvenes casi niños que defendían a sus hijos, hijas o hermanos contra una escuálida delincuencia; que al ver el grupo de madres en defensa de sus hijos preferían mejor irse a dar lata a otra parte.
Hoy, lo que hace la gente es alejarse del lugar; como las gallinas cuando se les espanta con una escoba o un cohetazo; se alejan pero a los pocos segundo vuelven a lo mismo y en el mismo espacio; y es que la conmoción pasa y también el miedo; algunas veces uno que otro valiente va a buscar a los rateros los enfrenta arriesgando su vida y se le llama vengador; mata a uno o a dos y durante un tiempo llega la calma; pero luego de vuelta a los mismo en un círculo vicioso. Y es que los que van y vienen las temporadas. Así como hay que trabaja, se dedica a la siembra o a la construcción; hay personas e incluso familias que se dedican al robo o a la matanza; porque su moral y el modo de ganarse la vida son así.
                Cuenta la historia que un apache, no se dedicaba a la cría de caballos; y cuando moría; se lo comían y se robaba otro; la gente en el campo en muchas ocasiones no cría iguanas, tortugas, peces; va “los” caza, recoge o pesca y los lleva al mercado; eso es lo que conocen y eso es lo que hacen.
                El que roba, no piensa en que roba, para el solo toma donde hay; y cuando se descuida el dueño y no le reclama y aunque este el dueño le toma con lujo de violencia, porque su derecho es “ese”; ejemplos hay muchos, pero tomaremos uno de los que se cuentan en Cuautepec; cuando se iniciaban los radios de baterías en la comunidad; iba un caballerango sobre su caballo, allá por los campos que hoy ocupa el reclusorio norte; montando su caballo, yendo música por medio de su radio de baterías; llega uno y se lo quiere quitar; este joven corre a galope tendido por no dejar el radio; el que se encontraba a pie dispara y le mete dos o tres tiros por la espalda; el caballerango cae muerto; el asesino llega toma el radio y se va. Sé que este es un ejemplo tonto, pero veamos esos hechos son tan comunes en nuestras comunidades que suena tonto que alguien los cuente.
                Y es que siendo realistas, existen individuos, familias e incluso comunidades de dicadas a delinquir; donde para ellos ir a robar o asesinar es ir a la pizca o a la cosecha; no existe una comunidad limpia al 100%, siempre habrá alguien a quien no le sea incomodo robar, asesinar o tomar lo ajeno como algo propio; siempre habrá uno de dentro o de afuera que tome lo que no es suyo; o al que no le gusta que le cuesten las cosas; no porque no sepan trabajar; sino porqué esto es parte  del trabajo para ellos.
                Si alguna vez leen el casco de la botella, de populares la prensa, el hombre de los pies de barro, bestias y dioses; los bandidos de rio frio, el arte de la guerra, las leyes del poder y el popular Quijote de la mancha; comprenderán el porqué de la utopía histórica que nos habla de la convivencia en armonía de los seres humanos, respetando sus propiedades, su trabajo y sus aspiraciones.


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