ESTAR ACTUALIZADO CADA DIA
LA LECTURA SE CONTAGIA
Felipe Garrido
Hoy, como hace milenios, la escritura es el medio más
importante para explorar el corazón del hombre, proponer ideas, abrir
horizontes y acrecentar la conciencia; para crear, conservar y difundir
conocimientos; para construir y sostener la civilización. Multiplicada por la
imprenta, por los medios electrónicos, la escritura supone y requiere siempre
la lectura correspondiente.
más importantes, de cualquier índole y además obras
literarias. No simplemente libros de consulta, historietas ni novelitas
corrientes, porque esa lectura es demasiado sencilla; exige muy poco del
lector, no lo ejercita en el manejo del lenguaje, que se traduce en el manejo
de las ideas, de los sentimientos y las emociones. Y ese uso del lenguaje es
necesario no sólo para leer poesía y grandes novelas o cuentos, sino para
resolver los problemas en otros campos, como la política, las fianzas, la
medicina, la ingeniería... a final de cuentas, puede contribuir a mejorar
cualquier actividad.
¿Cómo se forma un lector? De la misma manera que un
jugador de dominó o de ajedrez. La lectura auténtica es un hábito placentero,
es un juego —nada es más serio que un juego—. Hace falta que alguien nos
inicie. Que juegue con nosotros. Que nos contagie su gusto por jugar. Que nos
explique las reglas. Es decir, hace falta que alguien lea con nosotros. En voz
alta para que aprendamos a dar sentido a nuestra lectura; para que aprendamos a
reconocer lo que dicen las palabras. Con gusto, para que nos contagie. La
costumbre de leer no se enseña, se contagia. Si queremos formar lectores hace
falta que leamos con nuestros niños, con nuestros alumnos con nuestros
hermanos, con nuestros amigos, con la gente que queremos. Se aprende a leer
leyendo.
Imaginemos
que fuera posible comenzar el día de clases, todas las mañanas, con una lectura
en voz alta, en el aula. Una lectura que no fuera de ninguna materia, sino de
un poema, un cuento, un pedazo de una biografía o de una novela. Una lectura
divertida, interesante, que provoque risa, temor, sorpresa, compasión. La
maestra o el maestro, con el libro en las manos, leyendo en voz alta con sus
alumnos, por el puro gusto de leer. Diez o doce minutos, no más. En todas las
aulas, en todas las escuelas, en todos los grados de primaria y secundaria —en
las preparatorias, vocacionales y normales podrían organizarse talleres de
lectura y escritura.
No hay
mejor manera de formar lectores genuinos. ¿Por cuánto tiempo habría que tener
estas lecturas diarias? Por todo el tiempo. Para siempre. Es una costumbre que
no debería tener fin. Como las de comer o dormir. Si a esta lectura pudiera
sumarse otra, en la casa, en familia, mejor que mejor. Con el tiempo, esa
lectura familiar llegaría a ser aún más importante que la escolar.
Esos
diez o doce minutos de lectura diaria en voz alta, en el aula y en la casa
pueden formar alumnos, artistas, dirigentes, trabajadores, profesionistas,
empresarios, ciudadanos más capaces. Pueden cambiar nuestra ciudad, nuestro
estado, nuestro país. Pueden constituir la revolución educativa, social y
cultural más importante que haya habido en nuestra historia2
¿Qué hace falta para lograr diez o doce minutos
diarios de lectura por placer en las aulas?
1. Despertar o aguzar en las autoridades educativas y en
los maestros la conciencia del problema que representan no los analfabetos,
sino los millones de personas que han asistido por muchos años a la escuela y
que, sin embargo, no han adquirido la costumbre de leer.
2. Reforzar el convencimiento de que ningún sistema
aventaja a la lectura en voz alta para formar lectores, para contagiar el gusto
por la lectura.
3. Reforzar las habilidades de los maestros como lectores
en voz alta.
Se aprende a leer mejor más o menos como se aprende a bailar mejor: siguiendo los pasos de quienes lo hacen mejor que nosotros.
Se aprende a leer mejor más o menos como se aprende a bailar mejor: siguiendo los pasos de quienes lo hacen mejor que nosotros.
2 Naturalmente, para eso hace falta que los maestros se hagan buenos
lectores. Lo dice con vehemencia Vasili Sujomlinsky; "Lectura, lectura y
otra vez lectura. No bajo la presión ni el control del director de la escuela,
sino como primera necesidad espiritual, como el pan para el hambriento. El
gusto de leer, el deseo de ahondar en los libros, el saber estar con el libro,
la aptitud de meditar. [...] La fuente de la riqueza intelectual de la
colectividad es ante todo la lectura individual del maestro. Un pedagogo
auténtico un amante de los libros." ("La escuela es ante todo el
libro", Cero en Conducta, México, año 7, núm. 29-30, enero-abril de
1992, p. 39. Tomado de Pensamiento pedagógico, Editorial progreso, Moscú,
1973.) [1999]
* 14 de julio de 1985
1 O, para llevar las cosas a su último extremo, a su más desnuda verdad,
jamás podrán decir, con Gabriel Zaid, que "leer no sirve para nada; es un
vicio, una felicidad". "Interrogantes sobre la difusión del
libro", Vuelta, núm. 234, mayo de 1996, p. 10. [1999]
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