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EL ESTRÉS DOCENTE
EL ESTRÉS DOCENTE: UN HECHO POCO VALORADO
Desgraciadamente, cada vez más docentes sienten en su trabajo ese
malestar personal, esa sensación de no servir para nada, de que su esfuerzo no
es reconocido como debería serlo, y que en muchas ocasiones se le exige hacer
cosas que no son ni mucho menos de su competencia. Además, muchos de ellos
tienen que soportar y aguantar escenarios de presiones y reuniones con familias
poco respetuosas y maleducadas. Igualmente, se puede dar el caso de que algunos
de ellos no tengan buenas relaciones con los demás compañeros del centro y que
se sientan desplazados del grupo. Si al tiempo que dedica el docente a estar en
clase, le sumamos el que invierte en corregir exámenes, trabajos, actividades y
preparar las clases de toda la semana, podríamos decir perfectamente, que es un
trabajo que genera un estrés elevado. Y sí, así es, pero a la mayoría de las
personas parece no importarle.
Me parece a mí, que todavía se cree en el rol de los maestros de las
civilizaciones clásicas: ese rol que definía al docente como un “semidios”, que
todo lo sabía, que sabía darle explicaciones a casi todas las cosas, y uno de
los seres más sabios e inteligentes del lugar. Así pues, se defendía que los
profesores podían con todo y que en ningún momento podrían necesitar ayuda de
vez en cuando. Esa creencia era absurda hace décadas y lo sigue siendo ahora.
Los docentes son personas de carne hueso (oh, qué gran sorpresa), que
sienten y padecen. Y que en más casos de los que les gustarían, sufren un
malestar que posiblemente no sepan explicar. Ese malestar, no provoca
únicamente estrés (que ya es suficiente), sino que puede desembocar en fatigas,
excesivo cansancio, dolores musculares, dolor de huesos, de cabeza, problemas
al conciliar el sueño, en la alimentación, en sus relaciones personales e
incluso en una depresión laboral.
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