MANOS, MANOS...
Poema de Flanco.
Manos,
manos...
El cuerpo humano es un regalo inigualable
y sus manos son las herramientas
dúctiles, únicas y maravillosas
que nos comunican en las tinieblas
cuando nuestros abiertos ojos
no pueden ver la luz escondida
por manos tenebrosas que no aman la vida.
En cada rincón del Universo encontramos
manos dulces, suaves y acariciadoras
que llevan la paz y el amor
entre sus dedos frágiles y dulces.
Manos retorcidas por la ira ciega
y manos que te entregan un consuelo
borrando de tu imagen cicatrices
dejadas por manos homicidas.
Manos bondadosas que bendicen.
Manos amenazantes empuñadas
cuando la injusticia reina
manos que juntas aplauden
cuando la justicia de nuevo llega.
Manos trabajadoras que se endurecen cada día
labrando la tierra que nos da la vida.
Manos que no se limpian
porque la codicia las ensucian,
dejando manchas amargas
cuando la conciencia las denigran.
Manos que recorren tu cuerpo
buscando secretos escondidos,
manos que se elevan al cielo,
buscando el perdón divino.
Manos aprisionadas a un rústico madero
con clavos que reclaman amor verdadero.
Manos que defienden la vida
arrullando entre ellas su preciada cría.
Manos maltratadas por la vida
que hoy se han vuelto torpes y vacilan
cuando temblorosas buscan refugio
en otras manos frescas y generosas.
Manos suaves y manos ásperas
que se confunden presurosas
cuando se estrechan en un saludo
derritiendo hielos y témpanos.
Manos abiertas que imploran y mendigan,
manos que se esconden en un cerrado puño
aferrando sus ganancias y riquezas,
manos que quedan en el aire huecas y vacías.
Manos de las madres amorosas
que acarician con sublime ternura,
manos de los esforzados padres
que protegen a sus hijos con dulzura.
Manos que las armas empuñan
en forma salvaje y destructiva,
manos que con fuerza te abrazan
buscando la paz que se escondía.
Manos que con fuerza te sostienen
cuando las tuyas débiles vacilan.
Manos que tus sangrantes heridas curan
cuando la vida se nos escapa
en busca de nuevas y renovadas fuerzas.
Manos silenciosas que te acarician
cuando cansado a tu lecho llegas.
Manos pequeñas y suaves como seda
que aprisionas con fuerza y ternura
cuando el niño con pasos vacilantes
a tu lado hacia el futuro incierto camina.
Manos blancas, negras, amarillas y morenas
juntas se elevan a las alturas
en busca de nuevas y seguras sendas.
Tus manos, mis manos, nuestras manos
convertidas en una enorme cadena
serán las que lleven al mundo
al Olimpo de la paz verdadera.