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ESTIRPE DE PUMAS
TEATRO INFANTIL
Por Adriana Alarco de Zadra PERSONAJES:
Juan Puma: niño de 12 años, vestido
con buzo y zapatillas de gimnasia. Ramón: muchacho campesino, originario de la
selva, que trabaja en una finca de la sierra andina. Viste con poncho y ojotas.
Jerónimo: Viejo granjero que ha dado trabajo a Ramón. Viste pantalones jeans y
chompa de lana.
Cocalicha: Vieja bruja que viste traje negro y
largo y usa sombrero de fieltro.
Bandidos: Dos o más, que portan
cuchillos de cartón.
ESCENARIO: El escenario es siempre el
mismo.
Un paisaje de la sierra de los Andes, con
montañas al fondo y campos cultivados a lo lejos.
Alrededor hay árboles y matorrales. En
cada escena sólo cambian los sonidos y las luces, según la hora del día, como
se indica.
ESCENA 1
(Se supone que la escena se desarrolla
cerca de una finca al atardecer. Se escucha el rumor del viento, y a ratos se
oyen cantar los gallos a lo lejos).
JUAN (Entra en escena gesticulando y
hablando solo): Sin mirarlo de frente a la cara, le diré, ¡hola, viejo, aquí
estoy! (Se detiene a reflexionar y luego habla en forma decidida):
¡No! No debe saber que estoy
avergonzado.
Debo tener la mirada firme y la
postura decidida (coloca una mano en la cintura y adelanta una pierna): Le
diré, ¡Papá, disculpa si me escapé de casa pero he regresado para quedarme
contigo.
(Entra en escena Ramón, llevando una sandía
bajo un brazo y media sandía bajo el otro brazo. Se sienta sobre una piedra a
escuchar lo que dice Juan).
JUAN (hablando solo): Le diré que me
perdone porque no lo volveré a hacer. (Mirando el cielo): ¡Ya sé, mamá, que
estás allá arriba llorando por mí!
RAMON: ¡Hola! ¿Con quién hablas? (mira
a uno y otro lado) ¡Yo aquí no veo a nadie!
JUAN (avergonzado de que lo hayan
encontrado hablando solo): Estoy practicando para cuando encuentre a mi padre.
RAMON (con señas de haber comprendido todo): ¡Ah! ¡Ya entiendo! (Saca un
cuchillo del bolsillo y corta la media sandía en trozos) Creí que hablabas con
el viento. Yo soy Ramón. Tú ¿cómo te llamas?
JUAN: Yo soy Puma chico.
RAMON: ¿Se te ha perdido tu padre o él
te perdió? ¿Vive por aquí o lo has dejado atrás? (Alcanza un trozo de sandía a
Juan y sigue hablando sin esperar respuesta) ¿Quieres sandía?
JUAN (cogiendo la fruta y comiendo
mientras se acuclilla en el suelo cerca a Ramón): Gracias. Me he perdido yo. No
reconozco estos lugares y no sé dónde está mi padre.
RAMON (cogiendo un sobre que ha dejado
en el suelo, junto con la otra sandía, y lo pone bajo una piedra, farfullando):
¡Así no cuentas nada a mi patrón, bocona! JUAN: ¿Tú también hablas solo?
RAMON (señalando el sobre bajo la
piedra): No. Es algo entre esa carta y yo. Asuntos personales. JUAN: ¿Dónde
vives? RAMON: En la finca de don Jerónimo me han dado trabajo desde que llegué
de la Amazonía. (Parte en trozos el resto de la media sandía y la comen entre
los dos muchachos) Y tú, Puma, ¿dónde has estado?
JUAN: En muchos pueblos. Unos eran
hermosos, limpios y otros eran sucios. Unos eran pobres, miserables y otros
estaban un poco mejor.
RAMON: ¿Has conocido a mucha gente, entonces?
JUAN: ¡Claro que sí! ¡Gente buena y
gente mala! He visto hombres abrumados, cargados de buenas intenciones.
RAMON: ¡Ya lo veo!
JUAN: También he conocido gente
ladrona con más deseos que necesidades.
RAMON: ¡Eso no está bien! ¡Uno debe
contentarse!
JUAN: ¡Hay gente complicada en la ciudad,
aplastada por su destino de escribir altos de papeles que nadie lee!
RAMON: ¡Si yo supiera escribir,
también escribiría! JUAN: ¡Si supieras, Ramón, cuánta gente necia se mata por
poseer una roca en medio del mar!
RAMON: ¡Yo nunca he visto el mar!
JUAN: ¡Claro que también he conocido
gente sabia... maestros... pero he encontrado muy pocos... (Se escucha una voz,
fuera del escenario que llama a Ramón).
RAMON (con picardía, esconde las
cáscaras de la sandía detrás de un arbusto, se atraganta con el último pedazo y
recoge la carta que ha puesto debajo de la piedra, mientras se levanta y coge
la sandía entera): Me llama el patrón. Vamos Puma. JUAN: ¿Adónde vas?
RAMON: El patrón don Jerónimo es bueno. Ya va
a anochecer y no podrás seguir viaje porque habrá tormenta. (Los dos muchachos
miran hacia el cielo, mientras se escucha el rumor del viento y una voz que
llama a Ramón).
JUAN: ¿También tú te escapaste?
RAMON: No. Mi casa se la llevó el río.
Entonces me quedé solo y vine aquí, al otro lado de la cordillera. Don Jerónimo
me acogió y me trata bien. No te faltará un poncho para dormir ni una patata
con ají para comer esta noche.
JUAN: ¡Bien! (Entra en escena
Jerónimo, limpiándose el sudor de la frente con un pañuelo arrugado).
JERONIMO (a Ramón, con enfado): ¿Por
qué te has demorado tanto, muchacho? ¡Pensé que te encontraría tirado por algún
barranco en el camino!
JUAN (limpiándose la boca de sandía
con la manga de la camisa raída): Mire usted, don Jerónimo, su hermano me dio
esta sandía y esta carta. Me senté a descansar y encontré aquí a este Pumita
perdido.
JERONIMO (contento de encontrar a Ramón, le da
un suave golpe en la espalda): Bien. Así que un Pumita, ¿eh? (le da un cocacho
en la cabeza a Juan, en son de broma y luego abre el sobre y lee la carta). La
carta dice que mi hermano manda dos sandías.
RAMON (confundido): ¡No le crea,
patrón! ¡Esa carta es una mentirosa! ¡Una sandía no más me dio!
JERONIMO: ¡Ramón, las cartas no
mienten! RAMON: ¡Le juro, don Jerónimo! JERONIMO: ¡Ramón, Ramón! ¿Qué voy a
hacer contigo?
RAMON (confesando su culpa con
desenfado): Pues, sí, patrón, me la comí. Y el amigo Puma que está aquí,
cansado y hambriento me ayudó.
JUAN: Es verdad, señor. Yo comí la
sandía.
RAMON (explicando en forma apresurada
y confusa): Verá usted, el Puma ha buscado a su padre por todas partes y ha
conocido gente rara y gente necia que se pelea por las rocas en medio del mar,
pero no sabe adónde ir porque va a caer la noche y usted le va a prestar un
sitio en el establo para que pueda dormir sin mojarse. ¿Verdad, don Jerónimo?
JERONIMO: Está bien, Ramón. (Agitando la carta bajo las narices del muchacho)
¡Pero la próxima vez no me mientas! ¡Vamos! (Mientras Jerónimo sale del
escenario, Ramón conversa con Juan).
RAMON: ¡No entiendo cómo se enteró esa
carta de que habían dos sandías, si yo tuve cuidado de ponerla bajo una piedra
para que no me viera!
JUAN (riendo, mientras salen del
escenario): ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Eres un sonso, Ramón!
ESCENA 2
(La escena se desarrolla en los alrededores de
la finca, en la mañana. Se escuchan relinchos de caballos, rebuznos, cacareos,
ladridos y otros ruidos de animales).
RAMON (entra en escena conversando con
Jerónimo): El Puma chico está buscando a su taita. Me lo dijo ayer cuando lo
encontré perdido en el campo.
JERONIMO: ¡Así que se llama Puma!
(pensativo) ¡Hmmm! ¡El cielo está despejado, ya puede seguir su camino!
(Mientras Jerónimo escruta el cielo para observar el tiempo, Ramón sale de
escena y entra trayendo a Juan Puma del brazo).
RAMON: ¡Aquí está, patrón! ¡Descansado y bien
comido, para que no diga nadie que usted no es generoso!
JUAN: ¡Gracias, don Jerónimo!
JERONIMO: No hay de qué, muchacho. Lo
mismo hubiera hecho tu padre por mí. ¿Hacia dónde te diriges?
JUAN: Deseo regresar a casa pero no
encuentro el camino.
JERONIMO: ¿Eres el hijo de Toribio
Puma?
JUAN: Así es. No sé si me querrá
después de lo que hice.
JERONIMO: ¿Qué cosa tan terrible
puedes haber hecho?
JUAN: Hace tiempo, cuando falleció mi
madre, escapé de casa y me fui solo a vagar por el mundo.
JERONIMO: ¡Un padre nunca deja de amar
a su hijo!
RAMON (a Juan): Le dirás, ¡Taita,
pégame, destrózame, patéame, haz de mí lo que quieras pero aquí estoy porque he
venido! JERONIMO (a Juan): Si eres el Puma chico, he sabido que tu padre está
en peligro.
JUAN (inquieto): ¿En peligro? ¿Usted sabe
dónde está mi padre, don Jerónimo?
JERONIMO: ¿No trabaja en una mina?
JUAN: Sí, señor.
JERONIMO: Hay unos bandidos que
quieren robar los explosivos de la mina donde trabaja tu padre. Como él no los
quiere ayudar, lo han amenazado. Si tienes estirpe de Pumas, debes ir a
acompañarlo, a ayudarlo o a socorrerlo, lo antes posible. JUAN (inquieto): Yo
lo ayudaré. ¡Yo lo salvaré del peligro!
JERONIMO: Son unos bandidos muy malos,
Juan Puma. Yo no te puedo acompañar pues tengo que cuidar la vaca que va a
tener un ternero. Sin embargo, es mejor que no vayas solo. Ramón te puede
acompañar pues conoce todos los senderos y atajos de la región. He sabido que
los bandidos deben andar por Villa de Zapote. Tu padre no vive lejos de allí.
RAMON (entusiasmado): ¿En serio me dejas ir a acompañarlo, patroncito?
JERONIMO: Sí, Ramón. Conozco a Toribio
y es un buen hombre. Debemos unirnos contra los bandidos. Si necesitan de mí,
avísenme y veré con quién dejar los animales para ir a socorrerlos.
JUAN: ¡Gracias, don Jerónimo!
RAMON: ¡Vamos a encontrar "del
Puma su taita" y a los bandidos les vamos a torcer el pescuezo como a las
gallinas! JERONIMO: ¡Deben andar con cuidado, muchachos! ¡Los bandidos son
hombres sanguinarios y perversos! Seguramente se esconden en cerro Pelado donde
vive la bruja Cocalicha. ¡Cuídense de ella, también! ¡Es malvada y embustera!
JUAN: No sé cómo devolver su ayuda y
hospitalidad.
JERONIMO: ¿Qué es la vida en medio de
estos Andes desolados si no nos ayudamos unos a otros?
RAMON: ¡Cuando encuentre a esa brújula
bizca y torcida le voy a dar duro con un palo! ¡Una tanda de palos!
JERONIMO: ¡Vayan a preparar unos
víveres para el camino! Villa de Zapote queda bajo el Cerro Pelado y van a
tener que caminar muchas horas.
RAMON: ¡Vamos, Puma!
JUAN: ¡Vamos, Ramón!
JERONIMO (observando a los muchachos
que salen de escena, mientras él también los sigue detrás, pensando en voz
alta): A veces uno se siente perseguido por nada o por todo, y siempre hay
otros que están peor que uno.
ESCENA 3
(En el mismo escenario, se supone que
están cerca de Villa de Zapote, al atardecer. El pueblo está abandonado pues se
escuchan las puertas y las ventanas que se golpean y el rumor del viento. Sólo
chillidos de pájaros se oyen a lo lejos).
RAMON (entrando en escena con su atado
al hombro, polvoriento y cansado): ¡Vamos, Puma, que ya casi hemos llegado a la
Villa de Zapote!
JUAN (entrando en escena, también
lleno de polvo, con su atado al hombro): ¡Ya me lo recuerdo! ¡Claro! ¡Aquí
cerca está la Villa y un poco más lejos, la casa de mi padre!
RAMON (sentándose sobre una piedra,
cansado): ¡Descansemos un rato, primero! ¡Uffa! ¡Eres lo máximo, Pumita! ¡Mira
que el periplicio era bien hondo y me salvaste! JUAN: ¡Precipicio, Ramón!
¡Barranco, despeñadero! ¡No periplicio!
RAMON: ¡Casi no lo cuento esta vez.
Hay muchos agujeros por estos cerros.
JUAN: ¡Espero no tener que salvarte
otra vez, porque de repente me quedo sin ayudante matabrujas! (Sentados sobre
una roca, abren sus atados, sacan víveres y muerden un pan cada uno). JUAN (con
la mano en la oreja, escuchando el rumor del viento): ¡Oigo voces!
RAMON: ¡Yo no oigo nada!
JUAN (sobresaltado al escuchar
chirriar una puerta): Alguien anda por allí. ¡Veo unas sombras!
RAMON (sin inmutarse, sigue comiendo
como si fuera la cosa más natural): ¡Serán fantasmas!
JUAN (mirando hacia lo lejos): ¡Qué
desgracia de pueblo! ¡Parece abandonado! Esta Villa de Zapote es polvo y
desolación! ¡Soledad y tierra!
RAMON (dando voces hacia afuera del
escenario donde se supone que queda la Villa): ¡Hola! ¿No hay nadie en el
pueblo? JUAN (oliendo el aire): ¡Huelo a naftalina y alcanfor!
RAMON (burlándose): ¡Serán los
fantasmas que no quieren apolillarse! JUAN (inquieto aunque aparenta estar
calmado): ¡Fantasmas! ¡Bah!
RAMON (gritando hacia el pueblo):
Pueblo de corazón vacío, ¿A dónde está tu gente?
JUAN: ¡No debe andar lejos! ¡Estarán
todos en los campos! ¡Vamos, Ramón! ¡Vamos a buscar a las personas y
preguntarles por mi padre! (Súbitamente, las luces parpadean y luego bajo una
nube de humo aparece en el escenario la Bruja Cocalicha. Se escuchan muchos
ruidos de goznes oxidados de las puertas, de ventanas que se cierran con
estrépito y, sobretodo, el rumor del viento entre los árboles).
COCALICHA (levantando los brazos y
hablando con voz cascada): ¡Vuelen los puentes! ¡Destruyan los caminos!
¡Pulvericen los pueblos! ¡Exterminen a los soplones! ¡Aniquilen a quien ose
desafiarme! ¡Que los consuma el fuego y que reine al fin el caos, para que
brote de entre las ruinas una nueva LUZ!
RAMON: ¡Taita Dios! ¡Apareció la
brújula!
JUAN (asustado): ¡Señor de los
Milagros, líbrame de todo mal!
COCALICHA (riendo con maldad): ¡Los
hombres serán mis esclavos y todo será consternación en el más perverso de los
mundos! ¡Ratones, arañas, serpientes, lechuzas y sapos, vengan a mi! (Ramón y
Juan, escondidos detrás de los matorrales, caen al suelo y la vieja los
descubre).
COCALICHA (con voz melosa y zalamera):
¡Buenas tardes, amiguitos. ¡Qué lindos muchachitos! ¿Qué buscan por aquí!
¿Puedo ayudar? ¿Puedo indicar? ¿Señalar? ¿Urdir? ¿Fabricar? ¿Cobijar? ¿Hay
alguien que quieran .....matar? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
JUAN: Verdaderamente, yo, nosotros, ya
sabe, cuando vinimos, no estaba.... y el ruido ese.... ¡yo no sé!
RAMON: ¡Si usted es brújula debería de
saber para qué hemos venido!
COCALICHA (fastidiada): ¡Qué desatino!
¡Qué enajenado! ¡Qué disparate! ¡Brújula, bah! ¡Es una falta de cordura,
jovencito, llamar brújula a una dama respetable!
RAMON: ¡Yo, hasta ahora no la vi! (la
dama, se supone, y luego agrega, porque no ha entendido lo que ha dicho la
vieja) ¡Y no me venga con los destinos ni enanos ajenos, ni disparates porque a
mí no me falta ni un cordero!
COCALICHA (a Juan): Pues, ¿a qué han
venido, entonces?
JUAN: ¡Busco a mi padre!
RAMON: Al chico le falta el puma
grande que es su taita. ¿No lo habrá usted escondido por algún lugar, doña
brújula, pues me parece tan malita como para andar secuestrando taitas ajenos!
COCALICHA (impaciente y enfadada): ¡No
me llames brújula! ¡Es una falta de respeto!
RAMON: ¡Mil disculpas, doña JA-BRU!
COCALICHA (rascándose el mentón y
mirando fijamente a Juan que se queda mudo de susto): ¡Así que tú eres el Puma
chico. Hmmmm... Mejor estaría tu padre bien muerto y bajo tierra. Tu pobre
madre, Genoveva, tenía el corazón parchado de suspiros cuando tu padre la mató
a golpes una noche.
JUAN: ¡Eso es mentira! ¡Mi madre
enfermó y después murió!
COCALICHA: ¡Ya lo verás! (mueve las
manos haciendo signos cabalísticos y farfullando palabras inconexas) ¡Zapote
sano, sal de mi mano; Japota cana, mancha de rana, pelo de araña! (Al fondo del
escenario aparecen en escena dos hombres, uno es Toribio Puma y el otro es un
Bandido. No es una escena real sino un espejismo, por lo que está a ratos llena
de humo o vapor mágico) TORIBIO: ¡Según el decreto del alcalde de Zapote!
BANDIDO: ¡Del decrépito del alcalde de
Zapote, ja, ja, ja!
TORIBIO: ¡No se debe pegar a una mujer
ni con el pétalo de una rosa!
BANDIDO: ¿Aunque sea celosa,
caprichosa, coqueta y orgullosa como Genoveva?
TORIBIO: Cuando el alcalde dice una
cosa...
BANDIDO (interrumpiendo): ¡Quiere
decir siempre todo lo contrario! ¡Más le pegas a tu mujer, y más te va a
querer! TORIBIO (con tono amenazador: ¡Entonces la voy a moler a golpes! ¡Tengo
que decirle lo que pienso aunque ella no piense como yo! ¡Y si cojo a esa bruja
Cocalicha del cerro Pelado....
COCALICHA (moviendo los brazos hasta
que desaparecen de la escena los dos hombres del espejismo mágico): ¡Todos me
persiguen! ¡Hasta los seres que no existen!
JUAN (asombrado): ¡Uno de ellos era mi
padre!
COCALICHA: Uno de ellos era tu padre
el día que mató a golpes a Genoveva, su mujer, tu pobre madre.
JUAN (con rabia): ¡Eso no es verdad!
¡Mi padre nunca le pegó a mi madre! Es usted una embustera y una bruja,
Cocalicha! RAMON (a Juan): ¡No le creas a esa malvada desalmada! ¡Lo que hemos
visto eran sólo fantasmas! ¡Eran aire y nada más! COCALICHA: ¿Lo que no se
conoce no existe, verdad?
RAMON (a Cocalicha): ¡Es usted una
brújula infame, Cocalicha!
COCALICHA: ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
JUAN (furioso): ¡Usted sabe dónde está
mi padre! ¿Dónde está?
COCALICHA (antes de desaparecer del
escenario dejando oír su espeluznante carcajada): ¡Tu padre está en Pueblo
Plateado y pronto tendrá lo que merece por terco y por porfiado!
JUAN (buscando desesperadamente algo
dentro de su alforja): ¡Ay, Señor! ¿Dónde está el otro Señor? (Por fin saca una
estampa del Señor de los Milagros y la besa) ¡Ayúdame, por favor, Señor de los
Milagros, y líbranos de todo mal!
RAMON: ¡No le creas, Pumita! ¡No le
creas! ¡No le creas! Ya decía don Jerónimo que la brújula era una embustera.
¡Tremenda viéjula con su escóbula!
JUAN: ¡Debe haber sido un espejismo!
¡Hemos visto visiones, Ramón! Mi padre no está por ningún lado. (Los dos
muchachos van hacia el lugar donde aparecieron los dos hombres y buscan por
todos lados pero no encuentran nada). JUAN: Nunca he oído hablar de Pueblo
Plateado. ¿Tú, Ramón?
RAMON: Yo, sí. Queda más abajo. Lo
llaman así porque al atardecer, "del cerro su piedra" se vuelve como
luz de plata. JUAN: A veces no entiendo lo que dices. ¿Nunca has ido a la
escuela?
RAMON (orgulloso): No necesito de
nadie para ser ignorante.
JUAN: ¡No seas sonso, Ramón! ¡Siempre
se aprenden cosas en la escuela! Es mejor saberlas que no saber nada. Te
equivocas si piensas lo contrario.
RAMON: Puede ser que algún día vaya a
la escuela. Pero creo que nunca se equivoca el que nunca hace nada.
JUAN: ¡Que vida tan aburrida la que
sería la tuya si no hicieras nunca nada!
RAMON: ¡Ahora te voy a acompañar a
buscar a tu padre a Pueblo Plateado! JUAN: ¿Tú crees que haya matado a mi madre
a golpes como dijo Cocalicha?
RAMON: ¡No es verdad! ¡Te digo que las
brújulas saben hacer encantamientos!
JUAN: ¡No es una brújula, Ramón! Si
fueras al colegio sabrías lo que es una brújula. Es algo como lo que tengo
aquí. (Saca una pequeña brújula del bolsillo y se la enseña a Ramón) Mira, la
aguja apunta al norte. Por allá debemos ir.
RAMON: ¡Yo sé adónde ir, sólo oliendo
el aire! Vamos por donde dijo la brújula, digo, la bruja... (Los muchachos
recogen sus atados y se aprestan a seguir viaje, cuando escuchan unos truenos a
lo lejos).
JUAN: ¡Parece que vamos a tener otra noche
de tormenta! Sería bueno descansar aquí en Zapote y viajar mañana.
RAMON: Es sólo "del cielo su
trompeta". No creo que venga la tormenta y esta Villa de Zapote me da
callos fríos. JUAN: ¡Escalofríos!
RAMON: ¿A ti también? (Entre el rumor
del viento y los truenos, se oye a lo lejos la horrible carcajada de Cocalicha)
JUAN: ¡Esa Cocalicha es una mujer perversa!
RAMON: ¿Con fantasmitas a mí? ¡Si la
cojo de las mechas, la envuelvo en ortigas y la mando rodando por el
periplicio! JUAN: ¡Precipicio, Ramón!
RAMON: ¡Despeñadero, barranco o lo que
sea! (Los muchachos salen de escena y por un instante se ve en el fondo a la
bruja Cocalicha que hace signos cabalísticos con las manos).
COCALICHA: ¡Espíritus inmortales de
los sapos, de las víboras y de todas las alimañas de esta sierra, estallen,
destruyan, arrasen, cubran de rojo fuego el universo para que se derritan las
nubes en el cielo y cubran con la LUZ de la maldad toda la tierra! ¡Ja, ja, ja,
ja, ja!
ESCENA 4
(El escenario es el mismo. El tiempo
está cubierto y nublado. Toribio Puma, amarrado de pies y manos, se encuentra a
un costado del escenario. Entran dos bandidos por un lado, uno lleva un látigo,
otro lleva un palo en la mano y ambos tienen cuchillos de cartón al cinto).
BANDIDO UNO: ¡Toribio Puma, por última
vez, si no nos dices dónde está escondida la dinamita te vamos a despellejar!
(Hace restallar el látigo).
BANDIDO DOS: ¡Se está pasando el
tiempo y debemos volar el puente antes de que pase el tren! ¡Te voy a dar de
palos, Puma, si no hablas!
TORIBIO: ¡Mátenme si quieren! ¡No
pueden volar todos los puentes del país, que tanto trabajo nos ha costado
construir! ¡Son importantes para los pueblos de la región! ¡Váyanse al diablo,
malditos!
BANDIDO UNO: ¡Vas a arrepentirte de lo
que dices!
BANDIDO DOS: ¡Torturaremos a tu
familia! ¡Ya lo verás!
TORIBIO: ¡No tengo a nadie y no me
importa si me matan!
BANDIDO UNO (hace el gesto de pegarle
con el látigo): ¿Que no te importa, dices? ¿Que no te importa?
TORIBIO (escupiendo sangre): Mi
querida esposa Genoveva murió de enfermedad y mi único hijo fugó de casa hace
más de un año. Ya no me importa nada. Quizás nunca lo vuelva a ver. ¡Ustedes
son unos malditos!
BANDIDO DOS (hace el gesto de pegarle
con el bastón hasta que Toribio se desploma y se supone que ha quedado sin
sentido): ¡Estúpido!
BANDIDO UNO: ¡No podemos sacarle ni
una palabra por ahora! ¡Se ha desmayado! ¡Vamos a buscar a los compañeros!
(Mientras los Bandidos salen por un lado del escenario, Juan entra con Ramón
por otro lado. Al principio no ven a Toribio). JUAN (a Ramón): He visto el mar,
y contiene más agua de toda el agua junta que tú podrías ver en toda tu vida.
Es más grande que el río más grande de la Amazonía.
RAMON: Ya había oído hablar "del
río su taita" que es el mar.
TORIBIO: ¡Ayyy! ¡Ayúdenme, por favor!
¡Ya no sé quién soy, si alguien más es yo o nadie más que yo! ¡Ayyyy! (Los
muchachos se acercan asombrados y Juan reconoce a su padre. Le quita las
amarras con su cuchillo).
JUAN: ¡Padre! ¡Por fin te he
encontrado!
RAMON: ¡El mismísimo Puma grande!
TORIBIO (levantándose con dificultad,
abraza emocionado a su hijo, Juan): ¡Hijo mío! ¡Hijo mío, querido!
JUAN (emocionado): ¡Discúlpame, padre!
¡No lo volveré a hacer! ¡Nunca más te dejaré sin avisarte!
TORIBIO (cansado): Todos cometemos
errores, hijo mío. A veces uno comete el mismo error varias veces seguidas. Sin
embargo, hay que tratar de superarse.
RAMON: ¿Quién le pegó así, don
Toribio! ¡Está lleno de sangre!
TORIBIO: ¡Esos malditos que quieren
aprovecharse de los explosivos para destruir que es lo único que saben hacer!
JUAN: ¿Dónde están esos bandidos para sacarles el alma?
RAMON: ¿Dónde están esos demonios para
sacarles la "chochoca" y hacerlos correr con el rabo entre las
piernas? TORIBIO: ¿Quién es tu amigo, Juan?
JUAN: Mi amigo Ramón, charapa de la
selva, trabaja en la finca de don Jerónimo Huerta. Me ha acompañado y guiado.
Tiene el olfato fino.
RAMON: (Mientras habla, se va
corrigiendo, acordándose de los consejos de Juan): ¡Su hijo es muy valiente,
don Toribio! ¡Me salvó del peri...del barranco o despeñadero! ¡También nos
encontramos con la brúju...con la vieja Cocalicha!
JUAN: Así es, padre. Nos topamos con
la bruja malvada en Cerro Pelado.
TORIBIO: ¡Es una mujer endemoniada! Me
odia porque quiere destruir la región con la dinamita que he escondido. Ha
embaucado a la gente de los pueblos con sus embustes. Muchos de ellos están a
sus órdenes, matan y asesinan a los pobres campesinos. Debemos buscar la forma
de que no dañe más a nadie. Si ella desaparece, todos los demás se desmoronan.
JUAN: ¡Déjame lavarte las heridas,
padre! ¡Ven, más abajo hay una acequia de agua clara! ¡Yo te ayudaré! (Toribio
sale de escena apoyado sobre Juan y Ramón que lo sostienen. Por el otro lado
del escenario salen los dos Bandidos, y buscan a Toribio por todos lados).
BANDIDO UNO: ¿Qué se ha hecho el
endiablado?
BANDIDO DOS: ¡Ha desaparecido! BANDIDO
UNO: ¿Será brujo como Cocalicha?
BANDIDO DOS: ¡Yo oigo ruidos por allí!
(Va a salir de escena por donde han salido los Puma, cuando aparece Ramón,
fingiendo estar asustado).
RAMON (a los Bandidos): ¡Qué miedo!
¡Ya vienen! ¡Ya vienen! ¡Yo los vi!
BANDIDO UNO (zarandeando al muchacho):
¿A quién viste, muchacho? ¡Habla!
RAMON: ¡Soldados! ¡Guardias!
¡Ejército! ¡Sinchis!
BANDIDO DOS (amenazador): ¿Por dónde?
(Ramón jadea y no contesta) ¡Habla de una vez!
RAMON (señala hacia afuera, por donde
han salido los Puma): ¡Por allá vienen! ¡Un ejército! ¡Millares! ¡Con cañones,
con bombas y rifles! (Jadeando como si hubiera corrido mucho) ¡Traen escopetas,
cuchillos, martillos y palas! ¡De todo! BANDIDOS (se miran, inquietos, y luego
salen corriendo por el otro lado del escenario) ¡A correr! ¡Vamos a avisar a
los compañeros! (Entran en escena, con precaución, mirando a ambos lados, Juan
y Toribio Puma).
RAMON (a sus amigos): ¡Les he dado el
susto de sus vidas a esos bandidos! ¡No regresarán por un buen rato! ¡Tenemos
tiempo de regresar por el atajo que lleva a casa del patrón! ¡Vamos! ¡Don
Toribio debe curarse esas heridas!
JUAN: ¡Vamos, padre! ¡Estaremos a
salvo por un tiempo en casa de don Jerónimo! ¡Luego podremos ir tras de la
Bruja Cocalicha!
RAMON: ¡Y yo iré con ustedes! ¡Debemos
acabar con la perversidad que hace que la gente huya de sus propios pueblos.
JUAN: ¡La Villa de Zapote es una desolación, padre!
TORIBIO: ¡Todos los del pueblo han
huido o han muerto por orden de esa mujer maligna.
JUAN: ¡Quiso hacerme creer que habías
matado a mi madre a golpes!
TORIBIO: Así es de embustera. (Con
tristeza) Tu pobre madre murió de enfermedad incurable. La gente sencilla de
estos valles de la sierra le creen. Por eso la maldad está imperando en estas
tierras. (Con energía) ¡Acabaremos con ella! JUAN: ¡Acabaremos con ella!
¡Tenemos estirpe de Pumas como dice don Jerónimo!
RAMON: ¡Así se habla, Pumas! ¡Yo estoy
de su lado y seguramente muchos más en toda la región! Formaremos huestes y
acabaremos con todos ellos...
TORIBIO: ¡Gracias, hijo! ¡Gracias,
Ramón! ¡No sé qué hubiera sido hoy de mí si no fuera por ustedes! (Abraza a su
hijo) Estoy orgulloso de ti, Juan Puma. ¡Juntos acabaremos con la perversidad y
con la saña! (Antes de salir de escena, acompañado por los muchachos, se da
vuelta y dirige sus palabras hacia el lado por donde han salido los Bandidos)
¡Un día regresaré para acabar contigo, Cocalicha! ¡Y ese día temblará la
tierra!
FIN
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