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jueves, 12 de noviembre de 2020

ESTIRPE DE PUMAS

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ESTIRPE DE PUMAS

TEATRO INFANTIL

 Por Adriana Alarco de Zadra PERSONAJES:

Juan Puma: niño de 12 años, vestido con buzo y zapatillas de gimnasia. Ramón: muchacho campesino, originario de la selva, que trabaja en una finca de la sierra andina. Viste con poncho y ojotas. Jerónimo: Viejo granjero que ha dado trabajo a Ramón. Viste pantalones jeans y chompa de lana.

 Cocalicha: Vieja bruja que viste traje negro y largo y usa sombrero de fieltro.

Bandidos: Dos o más, que portan cuchillos de cartón.

ESCENARIO: El escenario es siempre el mismo.

 Un paisaje de la sierra de los Andes, con montañas al fondo y campos cultivados a lo lejos.

Alrededor hay árboles y matorrales. En cada escena sólo cambian los sonidos y las luces, según la hora del día, como se indica.

ESCENA 1

(Se supone que la escena se desarrolla cerca de una finca al atardecer. Se escucha el rumor del viento, y a ratos se oyen cantar los gallos a lo lejos).

JUAN (Entra en escena gesticulando y hablando solo): Sin mirarlo de frente a la cara, le diré, ¡hola, viejo, aquí estoy! (Se detiene a reflexionar y luego habla en forma decidida):

¡No! No debe saber que estoy avergonzado.

Debo tener la mirada firme y la postura decidida (coloca una mano en la cintura y adelanta una pierna): Le diré, ¡Papá, disculpa si me escapé de casa pero he regresado para quedarme contigo.

 (Entra en escena Ramón, llevando una sandía bajo un brazo y media sandía bajo el otro brazo. Se sienta sobre una piedra a escuchar lo que dice Juan).

JUAN (hablando solo): Le diré que me perdone porque no lo volveré a hacer. (Mirando el cielo): ¡Ya sé, mamá, que estás allá arriba llorando por mí!

RAMON: ¡Hola! ¿Con quién hablas? (mira a uno y otro lado) ¡Yo aquí no veo a nadie!

JUAN (avergonzado de que lo hayan encontrado hablando solo): Estoy practicando para cuando encuentre a mi padre. RAMON (con señas de haber comprendido todo): ¡Ah! ¡Ya entiendo! (Saca un cuchillo del bolsillo y corta la media sandía en trozos) Creí que hablabas con el viento. Yo soy Ramón. Tú ¿cómo te llamas?

 JUAN: Yo soy Puma chico.

RAMON: ¿Se te ha perdido tu padre o él te perdió? ¿Vive por aquí o lo has dejado atrás? (Alcanza un trozo de sandía a Juan y sigue hablando sin esperar respuesta) ¿Quieres sandía?

JUAN (cogiendo la fruta y comiendo mientras se acuclilla en el suelo cerca a Ramón): Gracias. Me he perdido yo. No reconozco estos lugares y no sé dónde está mi padre.

RAMON (cogiendo un sobre que ha dejado en el suelo, junto con la otra sandía, y lo pone bajo una piedra, farfullando): ¡Así no cuentas nada a mi patrón, bocona! JUAN: ¿Tú también hablas solo?

RAMON (señalando el sobre bajo la piedra): No. Es algo entre esa carta y yo. Asuntos personales. JUAN: ¿Dónde vives? RAMON: En la finca de don Jerónimo me han dado trabajo desde que llegué de la Amazonía. (Parte en trozos el resto de la media sandía y la comen entre los dos muchachos) Y tú, Puma, ¿dónde has estado?

JUAN: En muchos pueblos. Unos eran hermosos, limpios y otros eran sucios. Unos eran pobres, miserables y otros estaban un poco mejor.

 RAMON: ¿Has conocido a mucha gente, entonces?

JUAN: ¡Claro que sí! ¡Gente buena y gente mala! He visto hombres abrumados, cargados de buenas intenciones.

RAMON: ¡Ya lo veo!

JUAN: También he conocido gente ladrona con más deseos que necesidades.

 RAMON: ¡Eso no está bien! ¡Uno debe contentarse!

 JUAN: ¡Hay gente complicada en la ciudad, aplastada por su destino de escribir altos de papeles que nadie lee!

RAMON: ¡Si yo supiera escribir, también escribiría! JUAN: ¡Si supieras, Ramón, cuánta gente necia se mata por poseer una roca en medio del mar!

RAMON: ¡Yo nunca he visto el mar!

JUAN: ¡Claro que también he conocido gente sabia... maestros... pero he encontrado muy pocos... (Se escucha una voz, fuera del escenario que llama a Ramón).

RAMON (con picardía, esconde las cáscaras de la sandía detrás de un arbusto, se atraganta con el último pedazo y recoge la carta que ha puesto debajo de la piedra, mientras se levanta y coge la sandía entera): Me llama el patrón. Vamos Puma. JUAN: ¿Adónde vas?

 RAMON: El patrón don Jerónimo es bueno. Ya va a anochecer y no podrás seguir viaje porque habrá tormenta. (Los dos muchachos miran hacia el cielo, mientras se escucha el rumor del viento y una voz que llama a Ramón).

JUAN: ¿También tú te escapaste?

RAMON: No. Mi casa se la llevó el río. Entonces me quedé solo y vine aquí, al otro lado de la cordillera. Don Jerónimo me acogió y me trata bien. No te faltará un poncho para dormir ni una patata con ají para comer esta noche.

JUAN: ¡Bien! (Entra en escena Jerónimo, limpiándose el sudor de la frente con un pañuelo arrugado).

JERONIMO (a Ramón, con enfado): ¿Por qué te has demorado tanto, muchacho? ¡Pensé que te encontraría tirado por algún barranco en el camino!

JUAN (limpiándose la boca de sandía con la manga de la camisa raída): Mire usted, don Jerónimo, su hermano me dio esta sandía y esta carta. Me senté a descansar y encontré aquí a este Pumita perdido.

 JERONIMO (contento de encontrar a Ramón, le da un suave golpe en la espalda): Bien. Así que un Pumita, ¿eh? (le da un cocacho en la cabeza a Juan, en son de broma y luego abre el sobre y lee la carta). La carta dice que mi hermano manda dos sandías.

RAMON (confundido): ¡No le crea, patrón! ¡Esa carta es una mentirosa! ¡Una sandía no más me dio!

JERONIMO: ¡Ramón, las cartas no mienten! RAMON: ¡Le juro, don Jerónimo! JERONIMO: ¡Ramón, Ramón! ¿Qué voy a hacer contigo?

RAMON (confesando su culpa con desenfado): Pues, sí, patrón, me la comí. Y el amigo Puma que está aquí, cansado y hambriento me ayudó.

JUAN: Es verdad, señor. Yo comí la sandía.

RAMON (explicando en forma apresurada y confusa): Verá usted, el Puma ha buscado a su padre por todas partes y ha conocido gente rara y gente necia que se pelea por las rocas en medio del mar, pero no sabe adónde ir porque va a caer la noche y usted le va a prestar un sitio en el establo para que pueda dormir sin mojarse. ¿Verdad, don Jerónimo? JERONIMO: Está bien, Ramón. (Agitando la carta bajo las narices del muchacho) ¡Pero la próxima vez no me mientas! ¡Vamos! (Mientras Jerónimo sale del escenario, Ramón conversa con Juan).

RAMON: ¡No entiendo cómo se enteró esa carta de que habían dos sandías, si yo tuve cuidado de ponerla bajo una piedra para que no me viera!

JUAN (riendo, mientras salen del escenario): ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Eres un sonso, Ramón!

ESCENA 2

 (La escena se desarrolla en los alrededores de la finca, en la mañana. Se escuchan relinchos de caballos, rebuznos, cacareos, ladridos y otros ruidos de animales).

RAMON (entra en escena conversando con Jerónimo): El Puma chico está buscando a su taita. Me lo dijo ayer cuando lo encontré perdido en el campo.

JERONIMO: ¡Así que se llama Puma! (pensativo) ¡Hmmm! ¡El cielo está despejado, ya puede seguir su camino! (Mientras Jerónimo escruta el cielo para observar el tiempo, Ramón sale de escena y entra trayendo a Juan Puma del brazo).

 RAMON: ¡Aquí está, patrón! ¡Descansado y bien comido, para que no diga nadie que usted no es generoso!

JUAN: ¡Gracias, don Jerónimo!

JERONIMO: No hay de qué, muchacho. Lo mismo hubiera hecho tu padre por mí. ¿Hacia dónde te diriges?

JUAN: Deseo regresar a casa pero no encuentro el camino.

JERONIMO: ¿Eres el hijo de Toribio Puma?

JUAN: Así es. No sé si me querrá después de lo que hice.

JERONIMO: ¿Qué cosa tan terrible puedes haber hecho?

JUAN: Hace tiempo, cuando falleció mi madre, escapé de casa y me fui solo a vagar por el mundo.

JERONIMO: ¡Un padre nunca deja de amar a su hijo!

RAMON (a Juan): Le dirás, ¡Taita, pégame, destrózame, patéame, haz de mí lo que quieras pero aquí estoy porque he venido! JERONIMO (a Juan): Si eres el Puma chico, he sabido que tu padre está en peligro.

 JUAN (inquieto): ¿En peligro? ¿Usted sabe dónde está mi padre, don Jerónimo?

 JERONIMO: ¿No trabaja en una mina?

 JUAN: Sí, señor.

JERONIMO: Hay unos bandidos que quieren robar los explosivos de la mina donde trabaja tu padre. Como él no los quiere ayudar, lo han amenazado. Si tienes estirpe de Pumas, debes ir a acompañarlo, a ayudarlo o a socorrerlo, lo antes posible. JUAN (inquieto): Yo lo ayudaré. ¡Yo lo salvaré del peligro!

JERONIMO: Son unos bandidos muy malos, Juan Puma. Yo no te puedo acompañar pues tengo que cuidar la vaca que va a tener un ternero. Sin embargo, es mejor que no vayas solo. Ramón te puede acompañar pues conoce todos los senderos y atajos de la región. He sabido que los bandidos deben andar por Villa de Zapote. Tu padre no vive lejos de allí. RAMON (entusiasmado): ¿En serio me dejas ir a acompañarlo, patroncito?

JERONIMO: Sí, Ramón. Conozco a Toribio y es un buen hombre. Debemos unirnos contra los bandidos. Si necesitan de mí, avísenme y veré con quién dejar los animales para ir a socorrerlos.

JUAN: ¡Gracias, don Jerónimo!

RAMON: ¡Vamos a encontrar "del Puma su taita" y a los bandidos les vamos a torcer el pescuezo como a las gallinas! JERONIMO: ¡Deben andar con cuidado, muchachos! ¡Los bandidos son hombres sanguinarios y perversos! Seguramente se esconden en cerro Pelado donde vive la bruja Cocalicha. ¡Cuídense de ella, también! ¡Es malvada y embustera!

JUAN: No sé cómo devolver su ayuda y hospitalidad.

JERONIMO: ¿Qué es la vida en medio de estos Andes desolados si no nos ayudamos unos a otros?

RAMON: ¡Cuando encuentre a esa brújula bizca y torcida le voy a dar duro con un palo! ¡Una tanda de palos!

JERONIMO: ¡Vayan a preparar unos víveres para el camino! Villa de Zapote queda bajo el Cerro Pelado y van a tener que caminar muchas horas.

RAMON: ¡Vamos, Puma!

JUAN: ¡Vamos, Ramón!

JERONIMO (observando a los muchachos que salen de escena, mientras él también los sigue detrás, pensando en voz alta): A veces uno se siente perseguido por nada o por todo, y siempre hay otros que están peor que uno.

 

ESCENA 3

(En el mismo escenario, se supone que están cerca de Villa de Zapote, al atardecer. El pueblo está abandonado pues se escuchan las puertas y las ventanas que se golpean y el rumor del viento. Sólo chillidos de pájaros se oyen a lo lejos).

RAMON (entrando en escena con su atado al hombro, polvoriento y cansado): ¡Vamos, Puma, que ya casi hemos llegado a la Villa de Zapote!

JUAN (entrando en escena, también lleno de polvo, con su atado al hombro): ¡Ya me lo recuerdo! ¡Claro! ¡Aquí cerca está la Villa y un poco más lejos, la casa de mi padre!

RAMON (sentándose sobre una piedra, cansado): ¡Descansemos un rato, primero! ¡Uffa! ¡Eres lo máximo, Pumita! ¡Mira que el periplicio era bien hondo y me salvaste! JUAN: ¡Precipicio, Ramón! ¡Barranco, despeñadero! ¡No periplicio!

RAMON: ¡Casi no lo cuento esta vez. Hay muchos agujeros por estos cerros.

JUAN: ¡Espero no tener que salvarte otra vez, porque de repente me quedo sin ayudante matabrujas! (Sentados sobre una roca, abren sus atados, sacan víveres y muerden un pan cada uno). JUAN (con la mano en la oreja, escuchando el rumor del viento): ¡Oigo voces!

RAMON: ¡Yo no oigo nada!

JUAN (sobresaltado al escuchar chirriar una puerta): Alguien anda por allí. ¡Veo unas sombras!

RAMON (sin inmutarse, sigue comiendo como si fuera la cosa más natural): ¡Serán fantasmas!

JUAN (mirando hacia lo lejos): ¡Qué desgracia de pueblo! ¡Parece abandonado! Esta Villa de Zapote es polvo y desolación! ¡Soledad y tierra!

RAMON (dando voces hacia afuera del escenario donde se supone que queda la Villa): ¡Hola! ¿No hay nadie en el pueblo? JUAN (oliendo el aire): ¡Huelo a naftalina y alcanfor!

RAMON (burlándose): ¡Serán los fantasmas que no quieren apolillarse! JUAN (inquieto aunque aparenta estar calmado): ¡Fantasmas! ¡Bah!

RAMON (gritando hacia el pueblo): Pueblo de corazón vacío, ¿A dónde está tu gente?

JUAN: ¡No debe andar lejos! ¡Estarán todos en los campos! ¡Vamos, Ramón! ¡Vamos a buscar a las personas y preguntarles por mi padre! (Súbitamente, las luces parpadean y luego bajo una nube de humo aparece en el escenario la Bruja Cocalicha. Se escuchan muchos ruidos de goznes oxidados de las puertas, de ventanas que se cierran con estrépito y, sobretodo, el rumor del viento entre los árboles).

COCALICHA (levantando los brazos y hablando con voz cascada): ¡Vuelen los puentes! ¡Destruyan los caminos! ¡Pulvericen los pueblos! ¡Exterminen a los soplones! ¡Aniquilen a quien ose desafiarme! ¡Que los consuma el fuego y que reine al fin el caos, para que brote de entre las ruinas una nueva LUZ!

RAMON: ¡Taita Dios! ¡Apareció la brújula!

JUAN (asustado): ¡Señor de los Milagros, líbrame de todo mal!

COCALICHA (riendo con maldad): ¡Los hombres serán mis esclavos y todo será consternación en el más perverso de los mundos! ¡Ratones, arañas, serpientes, lechuzas y sapos, vengan a mi! (Ramón y Juan, escondidos detrás de los matorrales, caen al suelo y la vieja los descubre).

COCALICHA (con voz melosa y zalamera): ¡Buenas tardes, amiguitos. ¡Qué lindos muchachitos! ¿Qué buscan por aquí! ¿Puedo ayudar? ¿Puedo indicar? ¿Señalar? ¿Urdir? ¿Fabricar? ¿Cobijar? ¿Hay alguien que quieran .....matar? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

JUAN: Verdaderamente, yo, nosotros, ya sabe, cuando vinimos, no estaba.... y el ruido ese.... ¡yo no sé!

RAMON: ¡Si usted es brújula debería de saber para qué hemos venido!

COCALICHA (fastidiada): ¡Qué desatino! ¡Qué enajenado! ¡Qué disparate! ¡Brújula, bah! ¡Es una falta de cordura, jovencito, llamar brújula a una dama respetable!

RAMON: ¡Yo, hasta ahora no la vi! (la dama, se supone, y luego agrega, porque no ha entendido lo que ha dicho la vieja) ¡Y no me venga con los destinos ni enanos ajenos, ni disparates porque a mí no me falta ni un cordero!

COCALICHA (a Juan): Pues, ¿a qué han venido, entonces?

JUAN: ¡Busco a mi padre!

RAMON: Al chico le falta el puma grande que es su taita. ¿No lo habrá usted escondido por algún lugar, doña brújula, pues me parece tan malita como para andar secuestrando taitas ajenos!

COCALICHA (impaciente y enfadada): ¡No me llames brújula! ¡Es una falta de respeto!

RAMON: ¡Mil disculpas, doña JA-BRU!

COCALICHA (rascándose el mentón y mirando fijamente a Juan que se queda mudo de susto): ¡Así que tú eres el Puma chico. Hmmmm... Mejor estaría tu padre bien muerto y bajo tierra. Tu pobre madre, Genoveva, tenía el corazón parchado de suspiros cuando tu padre la mató a golpes una noche.

JUAN: ¡Eso es mentira! ¡Mi madre enfermó y después murió!

COCALICHA: ¡Ya lo verás! (mueve las manos haciendo signos cabalísticos y farfullando palabras inconexas) ¡Zapote sano, sal de mi mano; Japota cana, mancha de rana, pelo de araña! (Al fondo del escenario aparecen en escena dos hombres, uno es Toribio Puma y el otro es un Bandido. No es una escena real sino un espejismo, por lo que está a ratos llena de humo o vapor mágico) TORIBIO: ¡Según el decreto del alcalde de Zapote!

BANDIDO: ¡Del decrépito del alcalde de Zapote, ja, ja, ja!

TORIBIO: ¡No se debe pegar a una mujer ni con el pétalo de una rosa!

BANDIDO: ¿Aunque sea celosa, caprichosa, coqueta y orgullosa como Genoveva?

TORIBIO: Cuando el alcalde dice una cosa...

BANDIDO (interrumpiendo): ¡Quiere decir siempre todo lo contrario! ¡Más le pegas a tu mujer, y más te va a querer! TORIBIO (con tono amenazador: ¡Entonces la voy a moler a golpes! ¡Tengo que decirle lo que pienso aunque ella no piense como yo! ¡Y si cojo a esa bruja Cocalicha del cerro Pelado....

COCALICHA (moviendo los brazos hasta que desaparecen de la escena los dos hombres del espejismo mágico): ¡Todos me persiguen! ¡Hasta los seres que no existen!

JUAN (asombrado): ¡Uno de ellos era mi padre!

COCALICHA: Uno de ellos era tu padre el día que mató a golpes a Genoveva, su mujer, tu pobre madre.

JUAN (con rabia): ¡Eso no es verdad! ¡Mi padre nunca le pegó a mi madre! Es usted una embustera y una bruja, Cocalicha! RAMON (a Juan): ¡No le creas a esa malvada desalmada! ¡Lo que hemos visto eran sólo fantasmas! ¡Eran aire y nada más! COCALICHA: ¿Lo que no se conoce no existe, verdad?

RAMON (a Cocalicha): ¡Es usted una brújula infame, Cocalicha!

COCALICHA: ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

JUAN (furioso): ¡Usted sabe dónde está mi padre! ¿Dónde está?

COCALICHA (antes de desaparecer del escenario dejando oír su espeluznante carcajada): ¡Tu padre está en Pueblo Plateado y pronto tendrá lo que merece por terco y por porfiado!

JUAN (buscando desesperadamente algo dentro de su alforja): ¡Ay, Señor! ¿Dónde está el otro Señor? (Por fin saca una estampa del Señor de los Milagros y la besa) ¡Ayúdame, por favor, Señor de los Milagros, y líbranos de todo mal!

RAMON: ¡No le creas, Pumita! ¡No le creas! ¡No le creas! Ya decía don Jerónimo que la brújula era una embustera. ¡Tremenda viéjula con su escóbula!

JUAN: ¡Debe haber sido un espejismo! ¡Hemos visto visiones, Ramón! Mi padre no está por ningún lado. (Los dos muchachos van hacia el lugar donde aparecieron los dos hombres y buscan por todos lados pero no encuentran nada). JUAN: Nunca he oído hablar de Pueblo Plateado. ¿Tú, Ramón?

RAMON: Yo, sí. Queda más abajo. Lo llaman así porque al atardecer, "del cerro su piedra" se vuelve como luz de plata. JUAN: A veces no entiendo lo que dices. ¿Nunca has ido a la escuela?

RAMON (orgulloso): No necesito de nadie para ser ignorante.

JUAN: ¡No seas sonso, Ramón! ¡Siempre se aprenden cosas en la escuela! Es mejor saberlas que no saber nada. Te equivocas si piensas lo contrario.

RAMON: Puede ser que algún día vaya a la escuela. Pero creo que nunca se equivoca el que nunca hace nada.

JUAN: ¡Que vida tan aburrida la que sería la tuya si no hicieras nunca nada!

RAMON: ¡Ahora te voy a acompañar a buscar a tu padre a Pueblo Plateado! JUAN: ¿Tú crees que haya matado a mi madre a golpes como dijo Cocalicha?

 RAMON: ¡No es verdad! ¡Te digo que las brújulas saben hacer encantamientos!

JUAN: ¡No es una brújula, Ramón! Si fueras al colegio sabrías lo que es una brújula. Es algo como lo que tengo aquí. (Saca una pequeña brújula del bolsillo y se la enseña a Ramón) Mira, la aguja apunta al norte. Por allá debemos ir.

RAMON: ¡Yo sé adónde ir, sólo oliendo el aire! Vamos por donde dijo la brújula, digo, la bruja... (Los muchachos recogen sus atados y se aprestan a seguir viaje, cuando escuchan unos truenos a lo lejos).

JUAN: ¡Parece que vamos a tener otra noche de tormenta! Sería bueno descansar aquí en Zapote y viajar mañana.

 RAMON: Es sólo "del cielo su trompeta". No creo que venga la tormenta y esta Villa de Zapote me da callos fríos. JUAN: ¡Escalofríos!

RAMON: ¿A ti también? (Entre el rumor del viento y los truenos, se oye a lo lejos la horrible carcajada de Cocalicha) JUAN: ¡Esa Cocalicha es una mujer perversa!

RAMON: ¿Con fantasmitas a mí? ¡Si la cojo de las mechas, la envuelvo en ortigas y la mando rodando por el periplicio! JUAN: ¡Precipicio, Ramón!

RAMON: ¡Despeñadero, barranco o lo que sea! (Los muchachos salen de escena y por un instante se ve en el fondo a la bruja Cocalicha que hace signos cabalísticos con las manos).

COCALICHA: ¡Espíritus inmortales de los sapos, de las víboras y de todas las alimañas de esta sierra, estallen, destruyan, arrasen, cubran de rojo fuego el universo para que se derritan las nubes en el cielo y cubran con la LUZ de la maldad toda la tierra! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

ESCENA 4

(El escenario es el mismo. El tiempo está cubierto y nublado. Toribio Puma, amarrado de pies y manos, se encuentra a un costado del escenario. Entran dos bandidos por un lado, uno lleva un látigo, otro lleva un palo en la mano y ambos tienen cuchillos de cartón al cinto).

BANDIDO UNO: ¡Toribio Puma, por última vez, si no nos dices dónde está escondida la dinamita te vamos a despellejar! (Hace restallar el látigo).

BANDIDO DOS: ¡Se está pasando el tiempo y debemos volar el puente antes de que pase el tren! ¡Te voy a dar de palos, Puma, si no hablas!

TORIBIO: ¡Mátenme si quieren! ¡No pueden volar todos los puentes del país, que tanto trabajo nos ha costado construir! ¡Son importantes para los pueblos de la región! ¡Váyanse al diablo, malditos!

BANDIDO UNO: ¡Vas a arrepentirte de lo que dices!

BANDIDO DOS: ¡Torturaremos a tu familia! ¡Ya lo verás!

TORIBIO: ¡No tengo a nadie y no me importa si me matan!

BANDIDO UNO (hace el gesto de pegarle con el látigo): ¿Que no te importa, dices? ¿Que no te importa?

TORIBIO (escupiendo sangre): Mi querida esposa Genoveva murió de enfermedad y mi único hijo fugó de casa hace más de un año. Ya no me importa nada. Quizás nunca lo vuelva a ver. ¡Ustedes son unos malditos!

BANDIDO DOS (hace el gesto de pegarle con el bastón hasta que Toribio se desploma y se supone que ha quedado sin sentido): ¡Estúpido!

BANDIDO UNO: ¡No podemos sacarle ni una palabra por ahora! ¡Se ha desmayado! ¡Vamos a buscar a los compañeros! (Mientras los Bandidos salen por un lado del escenario, Juan entra con Ramón por otro lado. Al principio no ven a Toribio). JUAN (a Ramón): He visto el mar, y contiene más agua de toda el agua junta que tú podrías ver en toda tu vida. Es más grande que el río más grande de la Amazonía.

RAMON: Ya había oído hablar "del río su taita" que es el mar.

TORIBIO: ¡Ayyy! ¡Ayúdenme, por favor! ¡Ya no sé quién soy, si alguien más es yo o nadie más que yo! ¡Ayyyy! (Los muchachos se acercan asombrados y Juan reconoce a su padre. Le quita las amarras con su cuchillo).

JUAN: ¡Padre! ¡Por fin te he encontrado!

RAMON: ¡El mismísimo Puma grande!

TORIBIO (levantándose con dificultad, abraza emocionado a su hijo, Juan): ¡Hijo mío! ¡Hijo mío, querido!

JUAN (emocionado): ¡Discúlpame, padre! ¡No lo volveré a hacer! ¡Nunca más te dejaré sin avisarte!

TORIBIO (cansado): Todos cometemos errores, hijo mío. A veces uno comete el mismo error varias veces seguidas. Sin embargo, hay que tratar de superarse.

RAMON: ¿Quién le pegó así, don Toribio! ¡Está lleno de sangre!

TORIBIO: ¡Esos malditos que quieren aprovecharse de los explosivos para destruir que es lo único que saben hacer! JUAN: ¿Dónde están esos bandidos para sacarles el alma?

RAMON: ¿Dónde están esos demonios para sacarles la "chochoca" y hacerlos correr con el rabo entre las piernas? TORIBIO: ¿Quién es tu amigo, Juan?

JUAN: Mi amigo Ramón, charapa de la selva, trabaja en la finca de don Jerónimo Huerta. Me ha acompañado y guiado. Tiene el olfato fino.

RAMON: (Mientras habla, se va corrigiendo, acordándose de los consejos de Juan): ¡Su hijo es muy valiente, don Toribio! ¡Me salvó del peri...del barranco o despeñadero! ¡También nos encontramos con la brúju...con la vieja Cocalicha!

JUAN: Así es, padre. Nos topamos con la bruja malvada en Cerro Pelado.

TORIBIO: ¡Es una mujer endemoniada! Me odia porque quiere destruir la región con la dinamita que he escondido. Ha embaucado a la gente de los pueblos con sus embustes. Muchos de ellos están a sus órdenes, matan y asesinan a los pobres campesinos. Debemos buscar la forma de que no dañe más a nadie. Si ella desaparece, todos los demás se desmoronan.

JUAN: ¡Déjame lavarte las heridas, padre! ¡Ven, más abajo hay una acequia de agua clara! ¡Yo te ayudaré! (Toribio sale de escena apoyado sobre Juan y Ramón que lo sostienen. Por el otro lado del escenario salen los dos Bandidos, y buscan a Toribio por todos lados).

BANDIDO UNO: ¿Qué se ha hecho el endiablado?

BANDIDO DOS: ¡Ha desaparecido! BANDIDO UNO: ¿Será brujo como Cocalicha?

BANDIDO DOS: ¡Yo oigo ruidos por allí! (Va a salir de escena por donde han salido los Puma, cuando aparece Ramón, fingiendo estar asustado).

RAMON (a los Bandidos): ¡Qué miedo! ¡Ya vienen! ¡Ya vienen! ¡Yo los vi!

BANDIDO UNO (zarandeando al muchacho): ¿A quién viste, muchacho? ¡Habla!

RAMON: ¡Soldados! ¡Guardias! ¡Ejército! ¡Sinchis!

BANDIDO DOS (amenazador): ¿Por dónde? (Ramón jadea y no contesta) ¡Habla de una vez!

RAMON (señala hacia afuera, por donde han salido los Puma): ¡Por allá vienen! ¡Un ejército! ¡Millares! ¡Con cañones, con bombas y rifles! (Jadeando como si hubiera corrido mucho) ¡Traen escopetas, cuchillos, martillos y palas! ¡De todo! BANDIDOS (se miran, inquietos, y luego salen corriendo por el otro lado del escenario) ¡A correr! ¡Vamos a avisar a los compañeros! (Entran en escena, con precaución, mirando a ambos lados, Juan y Toribio Puma).

RAMON (a sus amigos): ¡Les he dado el susto de sus vidas a esos bandidos! ¡No regresarán por un buen rato! ¡Tenemos tiempo de regresar por el atajo que lleva a casa del patrón! ¡Vamos! ¡Don Toribio debe curarse esas heridas!

JUAN: ¡Vamos, padre! ¡Estaremos a salvo por un tiempo en casa de don Jerónimo! ¡Luego podremos ir tras de la Bruja Cocalicha!

RAMON: ¡Y yo iré con ustedes! ¡Debemos acabar con la perversidad que hace que la gente huya de sus propios pueblos. JUAN: ¡La Villa de Zapote es una desolación, padre!

TORIBIO: ¡Todos los del pueblo han huido o han muerto por orden de esa mujer maligna.

JUAN: ¡Quiso hacerme creer que habías matado a mi madre a golpes!

TORIBIO: Así es de embustera. (Con tristeza) Tu pobre madre murió de enfermedad incurable. La gente sencilla de estos valles de la sierra le creen. Por eso la maldad está imperando en estas tierras. (Con energía) ¡Acabaremos con ella! JUAN: ¡Acabaremos con ella! ¡Tenemos estirpe de Pumas como dice don Jerónimo!

RAMON: ¡Así se habla, Pumas! ¡Yo estoy de su lado y seguramente muchos más en toda la región! Formaremos huestes y acabaremos con todos ellos...

TORIBIO: ¡Gracias, hijo! ¡Gracias, Ramón! ¡No sé qué hubiera sido hoy de mí si no fuera por ustedes! (Abraza a su hijo) Estoy orgulloso de ti, Juan Puma. ¡Juntos acabaremos con la perversidad y con la saña! (Antes de salir de escena, acompañado por los muchachos, se da vuelta y dirige sus palabras hacia el lado por donde han salido los Bandidos) ¡Un día regresaré para acabar contigo, Cocalicha! ¡Y ese día temblará la tierra!

FIN


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