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CONDUCTA DE DESOBEDIENCIA
Primeramente,
debemos preguntarnos el porqué de ese comportamiento, que puede darse en
diferentes situaciones que antes no nos habíamos planteado, como por ejemplo:
·
Tiene su propia opinión, sus intereses, sus propios
puntos de vista y sus preferencias.
·
Puede estar enfadado o
mostrando cualquier otra emoción negativa.
Ante
estas situaciones podemos actuar de 3 estilos diferentes:
·
Autoritario: Suprimimos totalmente la
voluntad del niño. No inculcamos la necesidad de hablar y escuchar sus
necesidades y únicamente nos comunicamos en forma de órdenes.
·
Democrático: El niño forma parte de la
situación, pudiendo dar su opinión y mejorando la comunicación con los padres.
·
Mixto: Mezcla entre los dos sistemas
anteriores.
Reglas
y normas de educación en la infancia
Debemos
marcar determinadas reglas, prohibiciones o restricciones, de tal manera que el
niño sea capaz de incorporarlas a su comportamiento de manera fácil.
·
Reglas flexibles y bien delimitadas. Las
más básicas pueden ser “no pegar”, “no romper”, “no subirse a la mesa”, etc. Si
el niño nos pregunta por qué no hay que hacer eso, hay que tener en cuenta que
la respuesta “porque lo digo yo” no es la más adecuada, lo mejor es decirle una
razón coherente como “es peligroso” o “puedes hacerte daño”, siendo siempre eso
lo más acertado.
·
Con el paso del tiempo, algunas
limitaciones pueden suavizarse, por lo que en determinadas
situaciones o circunstancias es posible que podamos cambiar ciertas reglas.
·
Las necesidades del niño y de los padres deben
seguir el mismo ritmo: Si un niño quiere saltar en los charcos que lo
haga, pero siempre y cuando use botas de goma o lo que consideres necesario
como padre.
·
Las reglas deben ser habladas por los padres: Si
la madre dice una cosa y el padre dice otra, el niño no entenderá cuáles son
sus reglas exactamente.
¿Cómo
debemos actuar si es desobediente?
Tenemos
3 vías para resolverlo:
·
Hablarle de manera tranquila y reconsiderar sus
necesidades si es realmente necesario.
·
Ignorar su comportamiento y no prestar atención.
·
Distraer su atención mostrándole o hablándole de
algo diferente e interesante. Esto es lo más recomendado para niños
pequeños ya que, si les castigamos, no entenderían los motivos.
El
problema de los castigos
A
menudo educamos a nuestros hijos de la manera que nos educaron a nosotros de
pequeños, pero tenemos que tener en cuenta las experiencias que tuvimos en
nuestra infancia, los temores, los resentimientos o las frustraciones que
sufrimos por ello.
·
Castigo físico: Un niño enfadado puede cometer
cualquier acción inapropiada sin querer o sin pensar realmente en ello. Si el
niño, por ejemplo, rompe cualquier objeto y se pone a llorar, debemos
tranquilizarle y luego discutir lo que pasó. Lo único que aporta un castigo
físico en un niño es la intimidación, la humillación y que se insulte a sus
sentimientos. Primeramente debemos de calmarnos y tranquilizarnos,
seleccionando un castigo adecuado al problema.
·
El aislamiento: Encerrarle en una habitación o contra
una pared no es la mejor solución. Una alternativa sería excluirlo o no
prestarle atención de actividades o juegos cooperativos que estuvieran haciendo
durante un período corto de tiempo.
·
Las amenazas: No son nada útiles y
pueden mermar la autoestima del niño. Lo mejor sería contar al niño historias
de su niñez, pero sin mentir o embellecer. De esa manera entenderá que
todo el mundo comete errores, y podrá sentir su apoyo y comprensión.
·
Castigarle realizando tareas de casa u otra
actividad que no le agrade: Nunca debemos de hacerlo de esa manera, nunca, ya
que puede adquirir una actitud negativa hacía esa actividad. Por ejemplo,
castigarle con lavar los platos, ponerse a estudiar, etc. Lo mejor es privarle
de hacer cosas interesantes en vez de las que no. Por ejemplo, entradas para ir
al Zoo a un Museo, ir a ver una película en el cine o leer alguno de sus libros
favoritos.
Recuerda
explicar al niño, siempre, cómo va a ser castigado y por qué. No explicarse
bien en este tipo de situaciones solo puede llevar a la confusión y a una
actitud aún más negativa que la que diese origen al castigo
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