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viernes, 10 de febrero de 2017

ETICA y MORAL, ESTRUCTURA, CONTENIDOS Y ACTITUDES

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ETICA y MORAL, ESTRUCTURA, CONTENIDOS Y ACTITUDES 


QUÉ ENTENDEMOS POR ÉTICA Y MORAL? ESTRUCTURA, CONTENIDOS Y ACTITUDES.
Día a día, solemos emplear y añadir en nuestras conversaciones palabras y conceptos que, en el fondo, no dominamos con exactitud, pudiendo caer en un desafinado uso de los mismos. Un claro ejemplo es el de las palabras “ética” y “moral”, frecuentemente utilizadas, tanto éstas como toda la amplia gama lingüística que emana de las mismas, como sinónimos, adjetivos o adverbios.
En líneas generales, la Ética (también conocida como filosofía moral) es una disciplina filosófica que trata sobre asuntos morales, es decir, aquello concerniente a nuestra conducta, ofreciéndonos una catalogación de ésta como buena o mala (ética aristotélica), debida o indebida (ética kantiana) o más o menos valiosa (ética scheleriana).
La palabra “ética” posee dos raíces etimológicas (ambas griegas):
   êthos: hace referencia a “el lugar” metafórico donde habitan las disposiciones generales y naturales del hombre.

   éthos: carácter o forma de ser (hablando en términos modernos).
Ambas fueron traducidas y sintetizadas al término latín “ mos” que, más tarde, desembocaría en la palabra “moral”. En dicha traducción prevaleció el sentido de “costumbre” o “hábito”, haciendo referencia a la vida moral de los hombres y tomando, en un principio, la potestad de calificar los actos de éstos como buenos o malos, división muy característica de la ética que el filósofo griego Aristóteles desarrolla en su “Ética a Nicómaco”.
En este contexto, entendemos que la vida moral de una persona se construye mediante la relación circular que existe entre sus actos, sus hábitos o costumbres y su temperamento (disposición natural), tomando dicha relación entre todos estos elementos como un todo indisoluble.
He aquí la importancia de la educación en el proceso de desarrollo de la vida moral de un individuo, ya que es la encargada de tomar nuestra “primera naturaleza”, es decir, nuestras disposiciones temperamentales “de serie”, y moldearla a través de experiencias y sus respectivas consecuencias y conclusiones,  gestando así la llamada “segunda naturaleza” o “personalidad moral”.

Llegados a este punto podemos tomar la Ética y la Moral como sinónimos, pero en realidad se suele realizar una distinción entre estas dos disciplinas:
   La Ética (con mayúscula) o también llamada “filosofía moral” es la disciplina encargada de realizar el estudio reflexivo y teórico de la vida moral práctica. Ésta observa, analiza y teoriza sobre el funcionamiento, razón de ser y finalidad de los distintos códigos moralistas que regulan y catalogan las acciones humanas, pudiendo ser, por ejemplo, de naturaleza religiosa, ideológica o puramente personalista.
   La moral (con minúscula) es aquella ejercida por las personas preocupadas por reformar y alentar la práctica moral entre humanos (y a veces con la naturaleza también), fomentando los hábitos y comportamientos dentro de una perspectiva o código moralista concreto.
A pesar de esta distinción, el uso y regulación de estas definiciones no es regular entre todos los autores, culturas y  épocas, por lo que es totalmente necesario realizar una contextualización previa antes de abordar o calificar cualquier teoría, conducta o acto concreto.
Ante la gran complejidad y ambigüedad de la temática que presenta la definición y estudio de la moralidad, y con tal de seguir profundizando en su entendimiento, es necesario abordar la misma desde perspectivas y dimensiones distintas:

MORAL COMO ESTRUCTURA
Nuestra libertad reflexiva y la necesidad de adaptarnos culturalmente al entorno hacen que desarrollemos una personalidad moral concreta, obligándonos a tomar decisiones de forma estructural y a partir de la naturaleza de sus contenidos.  Analizar a ésta de forma estructural significa comparar los elementos de naturaleza moral en contraposición con otras dimensiones o perspectivas, abordándolos dentro de una estructura binaria (bueno y malo, por ejemplo). En este contexto encontramos tres principales estructuras o dicotomías:
    +Moral vs Inmoral: Aunque nos creamos conscientemente libres, estamos determinados a no poder renunciar a llevar a cabo una vida moral, ya que deliberadamente o no, es más bien la libertad de nuestra consciencia y el cálculo de nuestras consecuencias morales lo que nos hace libres. La propia naturaleza moral del hombre como estructura nos obliga a ubicar nuestros actos o hábitos respecto a un “más acá” o un “más allá”. Entorno a este juicio también aflora la virtud innata y constante del “beneficio de la causalidad”, aquél que nos permite calcular el valor y las consecuencias de una manifestación moral dependiendo de la relación de éste con un contexto determinado, ayudándonos e interfiriendo en cuan moral o inmoral es algo desde nuestro punto de vista.
    +Moral vs Amoral: Entendemos por una actitud amoral aquella que permanece exenta de cuestionar si algo se encuentra “más acá” o “más allá”. Una personalidad más ética es considerada como tal conforme a la virtud para elegir respecto a su propia razón y sentido, en cambio, por una personalidad estética entendemos aquella abandonada a la merced del capricho, del impulso y de las corrientes sociales.  Según la antropología, no se han dado estructuras socioculturales donde no hayan existido preferencias de actuación, por lo que el fenómeno de la “amoralidad” es contemplado más bien como un problema psicopatológico, ya que bien a la merced de la propia razón, o bien impulsados por las corrientes sociales, estaremos actuando dentro de un marco que nos permite distinguir entre algún tipo de “más acá” y “más allá”.
    +Moral vs Desmoralizado: “Estar desmoralizado” no es sinónimo de actuar inmoralmente como antítesis de lo ubicado más cerca de la ética. Esta dicotomía califica lo moralizado frente lo desmoralizado como algo con la capacidad de mantener el suficiente ánimo para afrontar la vida pese a las dificultades que ésta presenta

. A priori, esta estructura es paralela e independiente al obrar mejor o peor, pues se puede estar atravesando una etapa de desmoralización y, pese a lo que se puede intuir, estar cosechando unos hábitos o actos cercanos a “lo bueno” o “más acá”, no obstante, presentar una disposición moralizada, con energía, puede ayudar a enfrentarnos a los dilemas de actuación moral que nos podemos encontrar en nuestro día a día.

MORAL COMO CONTENIDO
A partir de la condición estructuralmente moral por la que el ser humano no solo se trata de ajustar a la realidad de cualquier forma, sino con justeza y de una manera preferible (buena, debida o valiosa), surge lo que llamamos la “moral como contenido”, contenidos que normalmente se presentan guiados por un “código moral” o unos “principios morales”
¿Es posible no elegir lo bueno, deseable o más valorado? Según Aristóteles no, no es posible. El equívoco se encuentra en la ambigüedad del término “bueno”, ya que no siempre se utiliza en sentido moral, siendo usado como un concepto utilitarista, es decir, algo es bueno cuando ha cumplido la función que le ha sido encomendada. El contenido está supeditado al acto como herramienta. Kant, en cambio, trascendió la calificación de algo “bueno o malo” y lo separó de algo “provechoso o perjudicial” respecto a una voluntad humana determinada por la razón, tanto práctica como teórica y premiándonos con la confección de sus imperativos hipotéticos (reglas de tres) y categóricos (principios universales)


Dependiendo de su contenido, podemos distinguir entre dos tipos de éticas:
   +Éticas materiales-¿Qué hacer?: Un claro ejemplo sería el de los códigos morales, pues prescriben y regulan de modo bastante concreto y detallado el contenido de nuestros comportamientos.
   +Éticas formales-¿Cómo hacerlo?: La ética sin códigos, basada en principios y donde destaca el papel de la ética kantiana, puramente formal y vacía de contenidos. Kant se preocupó más sobre los requisitos que debía de cumplir una acción moral por encima de definir una conducta como tal.  “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en una ley universal”. Estas palabras traídas del filósofo I. Kant son un claro ejemplo de su concepto de imperativo categórico y de su ética formal.
 MORAL COMO ACTITUD
Para hablar de la moral como actitud hemos de hablar del protagonismo de la consciencia ya que, a pesar de estar expuesta a múltiples condicionamientos, sólo los individuos pueden presentar una actitud moral si se responsabilizan de sus acciones.
La consciencia ha de ser abierta al diálogo, a la interrogación y a ser advertida de sus dobleces y autoengaños, pues ésta es la línea irrebasable de la moral,  haciendo que el individuo sea el único protagonista y responsable de las consecuencias de sus actos. 



El individualismo ético proviene de la sociabilización, ya que la identidad moral como actitud se construye en base a las identificaciones y relaciones que se producen con el entorno, no obstante y a pesar de que la moral se ejerce de forma individual, no existe una actitud realmente ética individual que no tenga en cuenta una ética social e interpersonal.
Por otro lado y centrado en la moral como actitud ejercida desde la política, Max Weber contrapone la “ética de la responsabilidad” a la “ética de la intención” (también conocida como la “ética de la convicción”):
   +Ética de la intención o convicción: Ligada a la ética kantiana y en la que los resultados son independientes de la acción. Está basada en una actitud moral de principios, inviolables independientemente de los fines o consecuencias. No hay nada que pueda ser bueno sin restricciones más allá de una buena voluntad.
   +Ética de la responsabilidad: Aquella que presenta una actitud atenta a las consecuencias (deseadas o no) directas y colaterales previsibles a una acción. Ésta esconde la llamada “ética del éxito”, una actitud resultadista que, en teoría, acaba con cualquier ética al ser proclive a vulnerar unos principios éticos con tal de perseguir unos objetivos concretos o eludir una serie de problemas o consecuencias negativas.
Por encima de las teorías, definiciones y desde mi punto de vista, lo más importante de instruirse, consumir contenidos y de reflexionar acerca de la Ética y la moralidad es el inevitable juicio que se produce al entrar en contacto ( y posible conflicto) toda esta información con nuestro propio autoconocimiento.  



Es absolutamente necesario el papel del estudio de las conductas y valores humanos en el proceso de la educación, pues no existe otra forma de ser conscientes de nuestra propia personalidad moral si no hay nada que constantemente esté (mínimamente) haciéndonos reflexionar sobre ello. Haciendo referencia a uno de los párrafos anteriores, me gustaría añadir que nuestra “segunda naturaleza” no acaba nunca, está en constante evolución, siempre está moldeándose y es muy importante hacer especial incapié en aquello que, como he dicho en anteriores ocasiones, convirtió al “homo” en “sapiens”.
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Eduardo Sánchez-Escribano García de la Rosa

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA PARA EL PRESENTE ARTÍCULO:

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