ESTAR ACTUALIZADO CADA DIA
9 FORMAS EN QUE PODRÍAMOS, AHORA MISMO, DEJAR
DE COOPERAR CON EL SISTEMA
Marx dijo que las revoluciones son la
locomotora de la historia mundial. Pero tal vez las cosas se presentan de muy
distinta manera. Puede ser que las revoluciones sean el acto por el cual la
humanidad que viaja en tren aplica los frenos de emergencia.
Walter Benjamin, Tesis sobre la
historia (apuntes, notas y variantes)
Es posible que en ninguna otra época de
la humanidad más que en esta en que ahora vivimos la sensación de crisis haya
estado tan presente y haya sido, paradójicamente, tan constante. Esta última
característica es contradictoria porque, en una acepción elemental, las crisis
serían los puntos de quiebre de un proceso, momentos de inflexión en un
desarrollo dado que, justamente por eso, tienen el carácter de extraordinario,
fuera de lo normal o lo habitual, súbito incluso. Vivir en una crisis sostenida
parece, entonces, un contrasentido, acaso incluso un absurdo, sin embargo…
¿Es posible vivir de otra manera? La
respuesta a esta pregunta es sencilla, pues de algún modo es binaria: Sí o No.
Como en el famoso topoema de Octavio Paz, estas dos palabras, que son
posibilidades, se nos presentan como los escenarios potenciales de múltiples
formas de vida que aun en esa diversidad innegable, pueden tener un denominador
común: la cooperación o la resistencia. ¿Con qué? En pocas palabras, con el
sistema que nos mantiene en crisis perpetua, con este horizonte de
posibilidades esencialmente económicas que funciona sobre la base de la
acumulación de la riqueza, la explotación del trabajo y la consecuente
desigualdad económica. Cooperación o resistencia.
A continuación compartimos 9 puntos
orientados a dejar de cooperar en esa forma de vida y, a cambio, resistir, no
vana, adolescentemente, sino como el primer paso que conduzca a la construcción
de otro modo de ser y estar en el mundo.
1. Cuestiona
En la filosofía occidental, uno de los
principios vivificantes fundamentales ha sido la duda, esa operación de la
inteligencia por medio de la cual nos preguntamos si eso que vemos, escuchamos
o creemos entender es cierto, verdadero, real, si acaso no se trata de un
mensaje que podríamos tomar en otro sentido. El cuestionamiento es
notablemente útil cuando lo aplicamos a aquello que parece más evidente, más
normal. La duda, por otro lado, no es meramente teórica, también puede dar
paso a su correlato práctico, de acción política. Descartes puede ser uno de
los mejores ejemplo a este respecto: comenzó dudando, pero de ahí pasó a
estructurar todo un sistema de pensamiento que, a la postre, dio pie a buena
parte de la manera en que ahora aprehendemos la realidad (esa fue su acción
política, en el sentido amplio de este término). La sociedad funciona en
buena medida sobre narrativas que otros construyen y que otros más sólo llegan
a habitar. ¿Cuál es la tuya? ¿Es netamente tuya o de qué fragmentos está hecha?
2. Desconéctate
Actualmente, el binomio
conectar/desconectar es uno de los más presentes en nuestro actuar cotidiano,
aunque quizá no con tanto dinamismo como tal vez suponemos. Es posible, en
efecto, que muchos de nosotros más bien estemos de continuo conectados y
sólo muy de vez en cuando, acaso nunca, nos desconectemos realmente.
Tu teléfono móvil, tu trabajo, relaciones personales y sociales que te
mantienen en el statu quo, etc. Romper con eso es, en cierta forma,
romper también con el miedo, atravesar una membrana, quizá incluso dar un salto
en el vacío, ¿pero no sería esto deseable al saber que del otro lado nos espera
la construcción gradual de nuestra propia libertad?
3. Evita la distracción
Desde que el poder comenzó a
conformarse como tal –es decir, como un elemento que posibilita la sujeción de
la mayoría en manos de una minoría, sus detentores encontraron en el
entretenimiento un medio efectivo para evitar que la muchedumbre cuestionara la
legitimidad de su autoridad. La famosa locución latina panem et
circenses (original del poeta romano Juvenal) condensó para la
historia este método de control sobre las masas y los individuos. En nuestra
época ese circo es permanente, lo tenemos literalmente al alcance de la mano y
siempre ante nuestros ojos, en la multitud de pantallas que se iteran
infinitamente adondequiera que miremos. La “sociedad
del espectáculo” que conceptualizó el situacionista francés Guy
Debord es hoy más vigente que nunca: por todos lados se nos ofrece un
“espectáculo” que consumir, el cual, además, se presenta bajo el
aura de lo urgente, lo necesario, lo imperdible. Todo, además, es susceptible
de recibir dicho tratamiento espectacular: desde miles o millones
de videos de YouTube con personas semidesnudas echándose un balde lleno de
hielos hasta la manera en que el presidente de un país usa unos calcetines.
Pero si a esto que es banal se da el trato de importante, ¿de qué nos están
distrayendo? ¿Qué es lo que realmente está pasando?
4. No votes por ningún partido político
A pesar de sus lineamientos y sus
programas, sus discursos, sus promesas y sus supuestas ideologías, los partidos
políticos no son otra cosa que engranajes del mismo sistema. Es cierto: el
acercamiento a la realidad de un partido de derecha y de otro de izquierda
puede ser diferente, pero al final, en un sentido estructural, ninguno buscará
cambiar realmente el estado de las cosas. ¿Por qué? Simple: porque hacerlo
significaría su propia desaparición. Los partidos políticos son parte de esa
minoría que no hace otra cosa más que repartirse el poder, participar en ese
juego de suma cero en que ganar algo significa quitarle a otro la posibilidad
de tenerlo. La alternativa, en este sentido, es la autoorganización, la
convivencia política cotidiana entre pares, no bajo la sumisión de un politburó.
5. Aprende a discernir
“Ningún hombre es una isla”, escribió
atinadamente John Donne. Nadie puede vivir aislado y, en efecto, la comunicación
es un impulso natural del ser humano, gregario por esencia. Esto, sin embargo,
no significa que no podamos elegir con quién juntarnos, por
decirlo de alguna manera. Todos los medios masivos de comunicación tienen su
propia agenda, sus intereses corporativos y de grupo. Infórmate sobre éstos.
Consulta una noticia importante en distintas fuentes y date cuenta de las
diferencias con las que se presenta la información. La palabra “manifestantes”
no tiene las mismas implicaciones que “inconformes” o “vándalos”, con todo,
distintos medios pueden usarlas para contar el mismo hecho. En casi todos los
casos, los grandes consorcios de medios apuestan por la conservación del statu
quo, lo cual implica que sean aliados de las clases dominantes, que
perpetúen el discurso hegemónico, que releguen a las minorías, etc. Leer no es
únicamente repasar palabras o imágenes para aprehender uno de sus significados,
sino distinguir también eso que se encuentra entre líneas.
6. No formes parte de ningún ejército
En pleno siglo XXI, más de 500 años
después de las utopías optimistas del Renacimiento, el ser humano continúa
viviendo en guerra. La industria de las armas es una de las más rentables de nuestro tiempo y
todos los días ocurre en el mundo un acto violento relacionado con su mercancía
de muerte. Millones de personas enlistadas, muriendo y matándose con el único
propósito último que ni siquiera le concierne a ellas, sino a las personas en
el poder: preservar el statu quo. Este punto, sin embargo, también
tiene un sentido metafórico. ¿No somos también un ejército de consumidores que
se encaminan voluntariamente a la compra desenfrenada de cuanto artilugio se
encuentra en el mercado? ¿No hay otro tipo de ejércitos no necesariamente
provistos de armas de fuego que también guerrean por el sistema y defienden sus
causas?
7. Es tu salud, cuídala tú (no la
industria farmacéutica)
Estamos vivos: enfermarnos es
inevitable. Con todo, ello no implica que abdiquemos de la responsabilidad de
nuestra propia salud para cedérsela a la poderosa industria de los fármacos,
que ha convertido el decaimiento natural de nuestro cuerpo en su propio negocio.
Cuida tu alimentación, realiza cotidianamente alguna actividad física, cultiva tus relaciones personales, cuando
sea posible opta por alternativas tradicionales y naturales de sanación (que,
por otro lado, en muchos casos son antiquísimas: el ser humano no siempre se
“curó” con medicinas), no creas todo lo que te dice la industria farmacéutica.
En una palabra: hazte cargo de tu cuerpo (y tu espíritu).
8. Evita los alimentos industrializados
La guía más sencilla a este respecto la
dio recientemente el nutriólogo Michael Pollan en una sola línea: “Si viene de una planta, cómelo; si fue hecho en una
planta, evítalo”. La industrialización de los alimentos conlleva
el añadido de peligrosos componentes que les permiten durar más (conservadores),
tener un aspecto más atractivo (colorantes artificiales) o un gusto distintivo
(saborizantes) e incluso resultar de una producción más rentable (organismos
genéticamente modificados). Sin embargo, la consecuencia no dicha de este
proceder es que esos aditivos empleados pueden resultar tóxicos en el largo
plazo para el ser humano, provocar enfermedades terribles como el cáncer,
volvernos adictos a una sustancia (el azúcar o el glutamato monosódico, por
ejemplo), etc. En suma, trastornar nuestro cuerpo. Antes recomendamos cuidar tu
alimentación, pero quizá sería mejor precisar eso en “atiende tu alimentación”:
pon atención en qué estás llevando al interior de tu cuerpo, con qué lo estás
haciendo vivir. ¿Regarías una planta diaria y exclusivamente con
una bebida gaseosa altamente azucarada? ¿Se la darías de beber a tu perro? ¿Por
qué lo haces contigo?
9. Deja de consumir
Este es quizá el punto menos sencillo
de todos. Estamos inmersos en un sistema que en 1 siglo ha convertido el
consumo en una de las etapas fundamentales de su dinámica de funcionamiento. El
consumo ha adquirido tal importancia que prácticamente se encuentra en todas
las acciones posibles de nuestro actuar: consumimos información, alimentos,
mercancías, estímulos e incluso las relaciones personales, las emociones y los
sentimientos son susceptibles de convertirse en objetos de consumo. Como los
estoicos, podríamos probar a vivir con lo menos posible (materialmente
hablando), sin embargo, esto no es suficiente. El consumo es también una suerte
de mindset, un fragmento del aparato ideológico con el cual
aprehendemos, habitamos y experimentamos el mundo. Una forma de ser y estar. La
alternativa quizá sea entender eso de otro modo. Darnos cuenta, por ejemplo, de
que no todo lo que se rompe tiene forzosamente que desecharse y reemplazarse de
inmediato. Que no porque algo se produzca tiene necesariamente que
consumirse. Que el bienestar auténtico descansa
en un puñado de bienes (algunos materiales, inevitablemente, otros muchos no).
No hay comentarios:
Publicar un comentario