ESTAR ACTUALIZADO CADA DÍA
Es de ponerse a pensar
AMBIENTES DE APRENDIZAJE
UNA APROXIMACIÓN CONCEPTUAL
Jakeline Duarte Duarte
https://onedrive.live.com/view.aspx/AMBIENTES%20DE%20APRENDIZAJE.docx?cid=0d4f6fffdd3ee8fb&id=documents&app=Word
Docente de la Universidad de
Antioquia, Colombia
Son varias las disciplinas
relacionadas de alguna manera con el concepto de ambientes de aprendizaje,
también llamados, ambientes educativos, términos que se utilizan
indistintamente para aludir a un mismo objeto de estudio. Desde la perspectiva
ambiental de la educación, la ecológica, la psicología, la sistémica en teoría
del currículo, así como enfoques propios de la etología y la proxémica, entre
otros, se ha contribuido a delimitar este concepto, que actualmente demanda ser
reflexionado dada la proliferación de ambientes educativos en la sociedad
contemporánea y que no son propiamente escolares.
Conceptualizar los ambientes
educativos desde la interdisciplinariedad, enriquece y hace más complejas las
interpretaciones que sobre el tema puedan construirse, abre posibilidades
cautivantes de estudio, aporta nuevas unidades de análisis para el tratamiento
de problemas escolares y sobre todo, ofrece un marco conceptual con el cual
comprender mejor el fenómeno educativo, y de ahí poder intervenirlos con mayor pertinencia.
En la contemporaneidad la escuela
ha perdido presencia en la formación y socialización de los jóvenes, y cohabita
con otras instancias comunitarias y culturales que contribuyen a ello, como los
grupos urbanos de pares y los medios de comunicación. En correspondencia con
ello, las grandes transformaciones de la educación en los últimos años, suponen
el establecimiento de nuevas modalidades y estrategias de formación y
socialización, que le confieren a la Pedagogía un claro sentido social que rebasa
los escenarios escolares, dirigiéndose a la atención de problemas asociados con
la exclusión, los conflictos socio-educativos y el desarrollo humano de los
sujetos y las comunidades, en escenarios que no son necesariamente
escolares.
La emergencia histórica de
“nuevos” escenarios para la Pedagogía, sobrepasando los tradicionales linderos
escolares que la monopolizaban, se remontan a los años sesenta en Latinoamérica
con las experiencias educativas lideradas por comunidades e instituciones, con
ideales liberacionistas en contextos de marginación, explotación económica y
dominación política (Giroux, 1997).
Debido a la reconfiguración
cultural que ha sufrido la educación en la actualidad, se viene reconociendo
una “generalización” de lo educativo en diferentes escenarios y procesos
culturales, de modo que pensadores como Regis Debray (1997) señalan que la
cultura contiene un “segmento pedagógico”. Este señalamiento es bien
importante, pues evidencia el declive de la hegemonía de la institución escolar
en las sociedades contemporáneas, donde los significados de la Pedagogía se
habían restringido a lo escolar, olvidándose sus significados complejos y
polisémicos referidos a su sentido social y a prácticas sociales históricas muy
diversas que le eran propias. Este fenómeno que toma forma en la actualidad,
recuerda que antes de existir la forma “escuela”, las sociedades aprendían y se
socializaban por medio de otras agencias culturales como la familia, las
cofradías, los gremios de artesanos donde se transmitía el saber de los oficios
a las nuevas generaciones, la comunidad local con sus tradiciones y la
parroquial, entre otras.
Igualmente, la educación se halla
“descentrada” de sus viejos escenarios como la escuela, y sus prácticas,
actores y modalidades han mutado y traspasado sus muros para extender su
función formativa y socializadora a otros ambientes como la ciudad y las redes
informáticas, a sujetos que no son necesariamente infantes sino también
adultos, y mediando otras narrativas y saberes que escapan a la racionalidad
ilustrada centrada en el discurso racionalista del maestro y en el libro,
vehículo cultural por excelencia desde la Ilustración.
Como se sugiere hasta acá, el
objeto abordado en éste artículo supone un acercamiento conceptual de tipo
exploratorio, a lo que se ha denominado ambientes de aprendizaje, también
asumidos como ambientes educativos, en tanto hace referencia a lo propio de los
procesos educativos que involucran los objetos, tiempos, acciones y vivencias
de sus participantes. Para ello se parte de una revisión de bibliografía que no
pretende ser exhaustiva y de algunas experiencias institucionales en Colombia,
insumos desde donde se inicia una reflexión teórica sobre el tema.
UNA NOCIÓN DIVERSA Y
COMPLEJA
Según Daniel Raichvarg (1994, pp.
21-28), la palabra “ambiente“ data de 1921, y fue introducida por los geógrafos
que consideraban que la palabra “medio” era insuficiente para dar cuenta de la
acción de los seres humanos sobre su medio. El ambiente se deriva de la interacción
del hombre con el entorno natural que lo rodea. Se trata de una concepción
activa que involucra al ser humano y por tanto involucra acciones pedagógicas
en las que, quienes aprenden, están en condiciones de reflexionar sobre su
propia acción y sobre las de otros, en relación con el ambiente.
Desde otros saberes, el ambiente
es concebido como el conjunto de factores internos –biológicos y químicos– y
externos, –físicos y psicosociales– que favorecen o dificultan la interacción
social. El ambiente debe trascender entonces la noción simplista de espacio
físico, como contorno natural y abrirse a las diversas relaciones humanas que
aportan sentido a su existencia. Desde esta perspectiva se trata de un espacio
de construcción significativa de la cultura.
El desarrollo de la noción de
ambiente ha derivado a otros ámbitos como los de la cultura y la educación,
para definir dinámicas y procesos específicos que otros conceptos o categorías
no permiten. Según lo manifiesta Lucié Sauvé (1994, pp. 21-28), el estudio de
los diferentes discursos y la observación de las diversas prácticas en la
educación relativa al ambiente ha permitido identificar seis concepciones
sobre el mismo:
1. El ambiente como problema…
para solucionar: este modelo intenta llevar al estudiante a la identificación
de problemas ambientales después de apropiarse unos conocimientos relacionados
con la investigación, evaluación y acción de los asuntos ambientales.
2. El ambiente como recurso…para
administrar. Se refiere al patrimonio biológico colectivo, asociado con la
calidad de vida. Por ser un recurso, el ambiente se agota y se degrada, por
ello se debe aprender a administrarlo con una perspectiva de desarrollo
sostenible y de participación equitativa.
3. El ambiente como
naturaleza…para apreciar, respetar y preservar. Ello supone el desarrollar de
una alta sensibilidad hacia la naturaleza y su conocimiento y la toma de
conciencia de que somos parte de ella.
4. El ambiente como biosfera…para
vivir juntos por mucho tiempo. Lo cual invita a reflexionar en una educación
global, que implica la comprensión de los distintos sistemas interrelacionados:
físicos, biológicos, económicos, políticos. Desde ésta noción se otorga un
especial interés a las distintas culturas y civilizaciones y se enfatiza el
desarrollo de una comunidad global (ciudadanía global), con una responsabilidad
global.
5. El ambiente como medio de
vida…para conocer y para administrar. Es el ambiente cotidiano en cada uno de
los espacios del hombre: Escolar, familiar, laboral, ocio. El ambiente propio
para desarrollar un sentimiento de pertenencia, donde los sujetos sean
creadores y actores de su propio medio de vida.
6. El ambiente comunitario…para
participar. Se refiere a un medio de vida compartido, solidario y democrático.
Se espera que los estudiantes se involucren en un proyecto comunitario y lo
desarrollen mediante una acción conjunta y de reflexión crítica.
Cada una de estas concepciones
define unas prácticas que desde su especificidad se complementan, de manera que
pensar en el ambiente implica una realidad compleja y contextual, que sólo se
puede abordar desde la pluralidad de perspectivas para pensar el ambiente
educativo.
UNA LECTURA SOBRE LO PREVIO
La Secretaría de Educación y
Cultura de Antioquia, en Colombia, viene realizando acciones orientadas al
desarrollo de las prácticas investigativas por parte de los docentes.
Actualmente existen grupos de maestros realizando investigaciones sobre
ambientes de aprendizaje en relación con los procesos cognitivos, las
relaciones participativas y democráticas de la comunidad educativa y los
ambientes lúdicos. Allí, el elemento tecnológico no aparece con la fuerza con
que debería presentarse, si se atiende a los cambios contemporáneos al
respecto. A manera de antecedentes, es importante mencionar algunos estudios y
experiencias que se han desarrollado en el ámbito latinoamericano, de forma que
permita tener una idea sobre la manera como se ha ido configurando el objeto
central de este artículo.
El estudio de Hernando Romero
(1997), presenta un análisis del espacio educativo como parte de la naturaleza
de las actividades académicas, administrativas y de proyección social. Expone
los campos de desarrollo y cómo se articula en ellos el espacio educativo, la
relación existente entre este y la calidad de la educación, y finalmente
analiza las relaciones de poder que propician los espacios educativos. Según el
autor, no todos los espacios físicos son válidos para todos los modelos
educativos en la perspectiva de lograr la excelencia académica, por eso el
espacio forma parte inherente de la calidad de la educación: Los espacios
consagran relaciones de poder, tanto en el proceso pedagógico como en el
organizacional y de poder gobernativo.
La relación entre la lúdica y el
aprendizaje, es el tema abordado por uno de los estudios de la Fundación FES
(1993, pp. 14-20), en donde se presenta una mirada a las complejas relaciones
que existentes entre el juego y la pedagogía. Se sugiere asumir el juego y
utilizar los materiales educativos desde una postura crítica e innovadora que permita
contribuir a la construcción del conocimiento con los niños que asisten a las
escuelas colombianas. Se destaca que entre muchos pedagogos ha existido la
concepción del juego como mediador de procesos, que permite incentivar saberes,
generar conocimientos y crear ambientes de aprendizaje, mientras que otros han
optado por una oposición entre juego y aprendizaje.
En una experiencia educativa
realizada por Erick de Corte (1995, pp. 5-19) en Uruguay, se analizan los
diferentes aportes de las ciencias de la mente al mejoramiento de la práctica
educativa. El trabajo tuvo como guía tres preguntas claves: Primero, ¿qué tipos
de conocimientos, estrategias cognitivas y cualidades afectivas deben ser
aprendidos, de manera que los alumnos tengan disposición para aprender a pensar
y resolver problemas con habilidad? Segundo, ¿qué tipo de procesos de
aprendizaje deben ser llevados a cabo por los alumnos para lograr la pretendida
disposición, incluyendo la mejora de categorías de conocimientos y habilidades?
Y, tercero, ¿cómo pueden crearse ambientes de aprendizaje lo suficientemente
dinámicos y poderosos para lograr en los alumnos una disposición a aprender a
pensar activamente?
El estudio detecta cuatro
componentes de aprender, pensar y resolver problemas con habilidad: un cuerpo
teórico organizado y flexible, métodos heurísticos, habilidades metacognitivas,
aspectos afectivos, actitudes, motivos y emociones. Cobra especial importancia
la metacognición, ya que su desarrollo favorece la transferencia de habilidades
adquiridas en un dominio del conocimiento hacia otros. Estos pilares para el
aprendizaje autónomo remiten el análisis de la naturaleza del aprendizaje. Así,
enuncia algunas de sus características: proceso constructivo, acumulativo,
autorregulado, intencional; se produce en un contexto particular, es
interactivo y cooperativo. A partir de las dos categorías analizadas se destaca
un análisis acerca de los ambientes de aprendizajes poderosos y dinámicos. En
la búsqueda de nuevas claves que posibiliten la creación de ambientes de
aprendizajes estimulantes y eficientes, el autor se detiene en experiencias
exitosas y en los modelos teóricos que los sustentan. De este modo, presenta el
modelo de contrato de aprendizaje cognitivo propuesto por Collins, Brown y Newman.
A partir de esta teoría Brown y Campione han desarrollado un proyecto de
desarrollo de comunidades de aprendizaje.
A manera de conclusión, en el
estudio se dice que un individuo aprende a través de un proceso activo,
cooperativo, progresivo y autodirigido, que apunta a encontrar significados y
construir conocimientos que surgen, en la medida de lo posible, de las
experiencias de los alumnos en auténticas y reales situaciones.
La posición del alumno cambia,
puesto que progresivamente debe asumir la responsabilidad de sus propios
procesos de aprendizaje. Cambia la posición del docente, quien deja ser la
única fuente de información y se convierte en un activo participante de la
comunidad de aprendizaje, pues define un clima estimulante en el plano intelectual,
que funciona como modelo para la definición y solución de problemas, realiza
preguntas desafiantes, propicia el feedback y la ayuda necesaria a sus alumnos
y favorece en ellos la autoconducción de sus aprendizajes. Mucho más que un
cambio de técnicas, esta nueva visión exige un cambio de mentalidad en todos
los involucrados en la enseñanza, especialmente directores y docentes.
Frente a los graves problemas de
violencia y conflicto social que afectan a la sociedad colombiana, el
departamento de Antioquia viene desarrollando una propuesta educativa llamada:
La escuela como cátedra viva de convivencia y paz. Se trata de una propuesta
que hace de la convivencia democrática un modo de ser y de actuar en la
escuela. Promueve la construcción participativa y solidaria de alternativas
pedagógicas, curriculares, administrativas, culturales y sociales que propicien
mejores ambientes de convivencia institucional y social; y se desarrollan
estrategias metodológicas y formas de concertación que favorecen la formación
integral y promueven la socialización en la escuela (SEDUCA, 2000).
La unidad de análisis de éste
programa corresponde a la convivencia escolar, entendida como la interacción de
las relaciones pedagógicas, personales, de gestión, de gobierno escolar y las
relaciones escuela-comunidad. Se trata de la búsqueda de la convivencia
escolar, concebida como proyecto de transformación de la cultura escolar, para
que en ella y desde ella, cada uno de sus protagonistas sea respetado y
reconocido como actor fundamental y en el encuentro diario se construya y
recree la paz. Esta búsqueda incluye el aula de clase y los ámbitos más amplios
de la comunidad local y regional.
Una vez realizado un breve
recorrido por algunas experiencias sobre ambientes de aprendizaje, se hace
necesario iniciar una conceptualización teórica, que delimite más claramente el
objeto del presente escrito.
¿QUÉ SE ENTIENDE POR AMBIENTE
EDUCATIVO?
El ambiente es concebido como
construcción diaria, reflexión cotidiana, singularidad permanente que asegure
la diversidad y con ella la riqueza de la vida en relación (OSPINA, 1999). La
expresión ambiente educativo induce a pensar el ambiente como sujeto que actúa
con el ser humano y lo transforma. De allí se deriva que educa la ciudad (la ciudad
educadora) (Naranjo y Torres, 1996), la calle, la escuela, la familia, el
barrio y los grupos de pares, entre otros. Reflexionar sobre ambientes
educativos para el sano desarrollo de los sujetos convoca a concebir un gran
tejido construido, con el fin específico de aprender y educarse.
Otra de las nociones de ambiente
educativo remite al escenario donde existen y se desarrollan condiciones
favorables de aprendizaje. Un espacio y un tiempo en movimiento, donde los
participantes desarrollan capacidades, competencias, habilidades y valores
(Centro de Educación en Apoyo a la Producción y al Medio Ambiente. A. C. CEP
Parras, México). Para los realizadores de experiencias comunitarias dirigidas a
generar ambientes educativos, se plantean dos componentes en todo ambiente
educativo: los desafíos y las identidades. Los desafíos, entendidos como los
retos y las provocaciones que se generan desde las iniciativas propias o las
incorporadas por promotores, educadores y facilitadores, entre otros. Son
desafíos en tanto son significativos para el grupo o la persona que los
enfrenta, y con la menor intervención de agentes externos. Los desafíos
educativos fortalecen un proceso de autonomía en el grupo y propician el
desarrollo de los valores.
Los ambientes educativos también
están signados por la identidad, pues la gestión de las identidades y lo
cultural propio es la posibilidad de creación de relaciones de solidaridad,
comprensión y apoyo mutuo e interacción social.
El ambiente educativo no se
limita a las condiciones materiales necesarias para la implementación del
currículo, cualquiera que sea su concepción, o a las relaciones interpersonales
básicas entre maestros y alumnos. Por el contrario, se instaura en las
dinámicas que constituyen los procesos educativos y que involucran acciones,
experiencias vivencias por cada uno de los participantes; actitudes,
condiciones materiales y socio-afectivas, múltiples relaciones con el entorno y
la infraestructura necesaria para la concreción de los propósitos culturales
que se hacen explícitos en toda propuesta educativa.
Teniendo en cuenta estos aspectos
la pregunta por los ambientes educativos ya no resulta tan obvia y de sencilla
respuesta. Actualmente, por ambiente educativo se refiere una u otra
denominación, no sólo se considera el medio físico sino las interacciones que
se producen en dicho medio. Son tenidas en cuenta, por tanto la organización y
disposición espacial, las relaciones establecidas entre los elementos de su
estructura, pero también, las pautas de comportamiento que en él se
desarrollan, el tipo de relaciones que mantienen las personas con los objetos,
las interacciones que se producen entre las personas, los roles que se
establecen, los criterios que prevalecen y las actividades que se
realizan.
A continuación se mencionan
algunas necesidades, identificadas como la columna vertebral de la educación, y
que aportan algunas pistas para pensar en los ambientes educativos, ellas
son:
* Planteamiento de problemas,
diseño y ejecución de soluciones.
* Capacidad analítica
investigativa
* Trabajo en equipo, toma de
decisiones y planeación del trabajo.
* Habilidades y destrezas de
lectura comprensiva y de expresión oral y escrita.
* Capacidad de razonamiento
lógico-matemático.
* Capacidad de análisis del
contexto social y político nacional e internacional.
* Manejo de la tecnología
informática y del lenguaje digital.
* Conocimiento de idiomas
extranjeros.
* Capacidad de resolver
situaciones problemáticas.
A la hora de hablar de ambientes
educativos y reconociendo que no obstante que han tenido lugar transformaciones
estructurales en la cultura contemporánea que le han sustraído a la escuela el
monopolio que ejercía de lo educativo, la escuela todavía tiene una gran
importancia y un gran peso social y cultural, y por ello merece caracterizarse
y fundamentarse el problema de los ambientes desde ella.
LA ESCUELA Y EL MEDIO
La escuela es concebida de
diversas maneras y cada una define estilos diferentes de interacción. Juan
Carlos Pérgolis (2000, pp. 33-34) la concibe como un mediador fundamental de la
cultura urbana, en tanto puede expresarse en tres dimensiones:
* La escuela como lugar de la
ciudad: ¿es parte del barrio, es del barrio, está en el barrio? La escuela
explica y propone sus fronteras y su localización. Por lo general ha estado
asociada a una idea de lugar con fronteras duras y lejanas de la ciudad, como
aislada en un gran territorio.
* La escuela como formación para
la ciudad: La escuela parece como lugar de significado. Independiente del
territorio y la localización, la escuela se asume como lugar para el todo de la
ciudad y ve a ésta como su proyecto. Es una ciudad en pequeño.
* La escuela como punto de
encuentro: aquí la escuela opera para ser un foro en el que las diferentes
versiones de ciudad se encuentren. Todos los sectores de la ciudad se reúnen y
ponen en común sus propias comprensiones. Así, la escuela se ofrece como lugar
de transacción hacia la construcción de una ciudad compartida.
Según Pérgolis, estas tres
dimensiones pueden operar individualmente o cruzarse en diversas combinaciones.
De esta manera los ambientes educativos pueden ser vistos como contenido, como
proyecto o como construcción y fundamentalmente deben responder a una escuela
donde predomina la complejidad; en donde cada institución educativa es
reconocida desde sus particularidades. Sin embargo, estas complejas
consideraciones declinan frente al carácter disciplinario y de control social
que ha moldeado a la escuela y que todavía conserva. Según Gildardo Moreno y
Adela Molina (1993), en las escuelas actuales el ambiente educativo se mantiene
inalterado: En cuanto al ordenamiento sigue siendo prescriptivo, en cuanto a
las relaciones interpersonales es dominado por consideraciones asimétricas de
autoridad (autoritarismo) En cuanto a la relación con el conocimiento está
inmerso en concepciones transmisionistas y en lo referente a valores se halla
sumido en una farsa en donde lo que se hace está orientado más por la conveniencia
que por consideraciones éticas, en donde se privilegia “el saber racionalista e
instrumental” y se descuida el arte y las diversas posibilidades de
reconocimiento cultural y de otros saberes.
Parece que en la sociedad
occidental, afirman los autores, existe una actitud hacia la aceptación pasiva
de los ordenamientos sociales y no hacia la transformación o a los
cuestionamientos que conduzcan a convivencias sociales diferentes.
Tradicionalmente la escuela ha sido leída como una organización cerrada y que
en sí misma pareciera un conjunto de mundos individuales aislados entre sí. Se
trata de un aislamiento que sobrepasa las dimensiones físicas, las aulas, y llega
hasta el aislamiento psicosociológico en el que parecen convivir distintos
sujetos. Los autores señalan como características de estos ambientes de
aprendizaje:
1. El trabajo del estudiante y la
actividad profesional del maestro carecen de sentido y de posibilidad de
autorrealización.
2. Como el conocimiento se
considera posible sin la existencia de tensiones afectivas, del deseo del saber
y de la voluntad del saber, el resultado es un conocimiento sin
comprensión.
3. Las actividades y la
organización escolar se fundan en normas que son ajenas a un proyecto ético,
propio de estudiantes y maestros.
Redimensionar los ambientes
educativos en la escuela implica, además de modificar el medio físico, los
recursos y materiales con los que se trabaja, exige un replanteamiento de los
proyectos educativos que en ella se desarrollan y particularmente los modos de
interacciones de sus protagonistas, de manera que la escuela sea un verdadero
sistema abierto, flexible, dinámico y que facilite la articulación de los
integrantes de la comunidad educativa: maestros, estudiantes, padres,
directivos y comunidad en general. En éste orden de ideas, la escuela
“permeable” se caracteriza porque se concibe abierta, lo más arraigada posible
a su medio, con fronteras no claramente delimitables y relaciones con el
conocimiento y entre los individuos que buscan establecer vivencias culturales
cruzadas por prácticas democráticas altamente participativas.
Es posible pensar la escuela en coherencia con una concepción de
educación como un sistema abierto, en la medida en que se supone que su
estructura y funcionamiento se realiza en un intercambio permanente con su
contexto. Las interacciones permanentes y sustanciales implican que el afuera
no sea algo ajeno o desconectado de ella y de los procesos que le son propios.
Desde esta perspectiva hablar de ambiente educativo escolar es concebir no una
sumatoria de partes llamadas sectores, escenarios, actores, sino propender su
funcionamiento sistémico, integrado y abierto.
De nada serviría si un espacio se
modifica introduciendo innovaciones en sus materiales, si se mantienen
inalterables unas acciones y prácticas educativas cerradas, verticales,
meramente instruccionales. Por ello el papel real transformador del aula está
en manos del maestro, de la toma de decisiones y de la apertura y coherencia
entre su discurso democrático y sus actuaciones, y de la problematización y
reflexión crítica que él realice de su práctica y de su lugar frente a los
otros, en tanto representante de la cultura y de la norma.
Se trata de propiciar un ambiente
que posibilite la comunicación y el encuentro con las personas, dar a lugar a
materiales y actividades que estimulen la curiosidad, la capacidad creadora y
el diálogo, y donde se permita la expresión libre de las ideas, intereses,
necesidades y estados de ánimo de todos y sin excepción, en una relación
ecológica con la cultura y la sociedad en general.
La escuela es después de la
familia y aún de otros espacios de formación de actitudes y valores, el espacio
determinante en la formación individual. Es por ello por lo que puede ser definitivo
pensar una escuela del sujeto cuyos ambientes educativos apunten a la formación
humana y contemporánea de individuos, alumnos y maestros conscientes de su
lugar en la sociedad. Pensar en una escuela cuyos ambientes educativos tomen en
consideración las interacciones entre sujetos vistos como totalidades, esto es
que vaya más allá de lo cognoscitivo y que se consideren los sentimientos y
deseos en relación con el saber, que vaya más allá de las respuestas correctas
y tome en cuenta los errores, que en vez de propiciar la farsa y la obediencia
propicie la sinceridad y la rectitud y los deseos de los sujetos.
Como espacio para la vivencia de
la democracia, la escuela no se limita a ser un escenario para el diálogo de
saberes, es también un espacio para el intercambio de intereses, para la
definición de intencionalidades comunes y para el establecimiento de criterios
de acción que tengan por objeto la consolidación de proyectos culturales y
sociales, basado sobre el reconocimiento mutuo en igualdad de oportunidades, en
contraste con la búsqueda violenta de la homogeneidad y el igualitarismo
(Moreno y Molina, 1993).
Cada uno de los participantes de
la actividad escolar tiene unos referentes diferentes al hablar de la escuela,
generalmente los especialistas y los profesores siempre hablan de planes de
estudio y régimen disciplinario, mientras que los padres de familia hablan de
formas de relación, tolerancia, comprensión y los alumnos hablan de las
relaciones afectivas. Los maestros con menos frecuencia de ambiente educativo,
de la red viviente que agencia ideas y afectos, en un marco de acción vital que
de lugar a la pasión por el saber.
De acuerdo con lo expuesto se
reconocen diversos espacios del sujeto, que se convierten en ambientes
educativos, pero a la vez no se puede desconocer que uno de ellos tiene una
trascendencia en la formación y estructuración de la cultura y es la
escuela.
EL AULA COMO LUGAR DE
ENCUENTRO
Dentro del mundo de la escuela,
tal vez es el aula de clases donde se ponen en escena las más fieles y
verdaderas interacciones entre los protagonistas de la educación intencional,
maestros y estudiantes. Una vez cerradas las puertas del aula se da comienzo a
interacciones de las que sólo pueden dar cuenta sus actores. Es aquí donde el
maestro se hace y se muestra, aquí ya los deseos se convierten en una realidad,
ya no es el mundo de lo que podría ser, sino el espacio de lo que es.
Son muchos los investigadores que
se han dedicado a estudiar la clase como el momento crucial del acto educativo.
En la investigación realizada por María Isabel Cano (1995) en cuanto al espacio
físico y sus determinantes en las interacciones sociales en la escuela, se
plantean unos principios como hipótesis de trabajo, que merecen ser retomados
acá.
Principio Nº 1: El ambiente de la
clase ha de posibilitar el conocimiento de todas las personas del grupo y el
acercamiento de unos hacia otros. Progresivamente ha de hacer factible la
construcción de un grupo humano cohesionado con los objetivos, metas e ilusiones
comunes.
De este principio surge la
pregunta por lo social, la posibilidad de construirse a partir del otro. Es el
paso de la socialización a partir de la misma individuación, espacio para
acceder a un grupo cohesionado, uno de los mayores aprendizajes de tipo socio-afectivo
y cognitivo que pueda tener un ser humano. Gracias a la interacción con otros,
el niño empieza a reconocer que además de sus propias necesidades, gustos,
intereses e ideas, existen las de muchos otros que conviven con él. Por tanto
en el aula de clase se debe favorecer el desarrollo de la autonomía de los
sujetos en el marco de unas relaciones cooperativas con los demás y con el
medio. El desarrollo integral del niño debe estar unido y a la vez posibilitado
por la construcción
de un grupo cohesionado y
solidario. María Isabel Cano y Ángel Lledó (1995) han hecho un valioso análisis
de la relación entre la organización y disposición espacial y los fenómenos
sociales que se dan el grupo-clase y sus actividades. Parece observarse una
enorme coincidencia entre la estructura de las relaciones y la disposición
espacial, elemento de gran importancia para propiciar ambientes de aprendizaje
que permitan la individuación pero también la socialización. Los siguientes
diagramas permiten apreciar lo expuesto.
A) EJEMPLO DE TIPO DE
ORGANIZACIÓN ESPACIAL “TRADICIONAL”:
♦ Estructura
de comunicación en clase:
- Unidireccional:
- Grupal:
-
Informativa/académica/formal.
♦ Características de las actividades
- Individuales
- Competitivas
- La misma actividad para todos y
al mismo tiempo
- Académicas
- Programa oficial
B) EJEMPLO DE TIPO DE
ORGANIZACIÓN ESPACIAL “ACTIVA”:
• Estructura de
comunicación en clase: Bidireccional: todos son
Emisores y Receptores Grupal e individual integradora
de contenidos “formales” e
“informales”: metodológica,
efectiva...
Características de las
actividades:
-Opcionalidad del alumno.
Grupales e individuales.
− Cooperativismos técnicos y en los nuevos lenguajes que ellos suponen.
Son muchas las novedades y escasa la toma de conciencia sobre los cambios que
se nos presentan. Los sistemas de educación, no son ajenos a este escasísimo
discernimiento. Los procesos de enseñanza se ven obligados a indagar como se
suscitan en una relación de aprendizaje ya no sólo mediada por el lenguaje oral
y escritural sino por el icónico-gráfico, la imagen digital y los variados
sistemas de representación que traen consigo nuevas maneras de pensamiento
visual.
Es en la
mediación como se va pasando de un estado de información al conocimiento, pues
la diferencia entre información y conocimiento es que este último está dotado
de significación, por ello, las organizaciones que pretenden desarrollar
acciones educativas con sus integrantes más allá de pensar en una serie de
contenidos, algunas veces llamadas asignaturas e impartidas bajo modelos
instruccionales, deben pensar en los fundamentos y directrices didácticas y
pedagógicas que la educación digitalizada exige. A partir de la aparición de
los medios, el papel del aprendiz, o también llamado alumno se resignifica. Las
relaciones con sus profesores, tutores o instructores se modifica así como su
relación con el saber mismo. En la medida en que aparecen una amplia gama de
fuentes y se consigue un fácil acceso a la información, se desplaza la noción
de saber a la de saberes, la noción de verdad a la de verdades, distanciándose
la concepción del saber monolítico o el saber constituido, y surgiendo una
visión más cercana al “conocimiento como construcción”.
Pero las
nuevas mediaciones tecnológicas no sólo traen aparejados una transformación
estructural en el conocimiento, sino también en los vínculos intersubjetivos
que se suceden en la escuela y en las familias. En esta dirección, debe
destacarse el papel que cumple y ha cumplido la televisión y la internet con
respecto a la familia y a la escuela, pues trae por consecuencia un “desorden
cultural” que descompone las formas de autoridad vertical entre los jóvenes,
sus padres y maestros. Como lo ha sugerido Jesús MartínBarbero, la televisión
“deslegitima” y “deslocaliza” las formas continuas del saber promovido en la
escuela desde el texto escrito, que constituye el centro de un modelo lineal
mecánico, basado en aprendizajes graduales de acuerdo con las edades evolutivas
del niño. Por medio de la televisión el joven accede rápida y cómodamente a un
“saber
visual” que subvierte el modelo escolar por etapas, legitimado por la autoridad
del maestro. Trasladada al hogar, la televisión cortocircuita las relaciones de
autoridad entre padres e hijos, al permitir que estos últimos accedan por su
propia cuenta al mundo que antes les estaba vedado, el mundo de los adultos
(Pérez Tornero, 2000, pp. 37-57). De esta manera los medios han venido a
recordar que antes de que los aprendizajes adquirieran la forma escuela, los
niños se encontraban entremezclados con el
percepción y de lenguaje, a nuevas
sensibilidades y escrituras. Radicalizando la experiencia de des-anclaje
producida por la modernidad, la tecnología deslocaliza los saberes modificando
tanto el estatuto cognitivo como institucional de las condicionas del saber, y
conduciendo a un fuerte emborronamiento de las fronteras entre razón e
imaginación, saber e información, naturaleza y artificio, arte y ciencia, saber
experto y experiencia profana”.
mundo de los adultos, sin los escrúpulos y
cuidados con que hoy se los trata y aprendiendo los códigos culturales por medio
de prácticas sociales bastante versátiles y efectivas.
De otro lado, la posibilidad de profundizar
en la interactividad, otra característica de los nuevos medios, adquiere un
sentido pleno en el terreno educativo. El estudiante está en posibilidad de
decidir la secuencia de la información que desea seguir, establecer el ritmo,
cantidad y profundización de la información que pretende y elegir el tipo de
código con el que quiere establecer relaciones con la información. Los
anteriores elementos y otros no mencionados, hacen pensar que la educación
virtual en las instituciones educativas amerita un acercamiento desde lo
conceptual y teórico que fundamente las acciones, procedimientos y rutas que se
han de tomar para su realización y para la creación de nuevos ambientes de
aprendizaje de calidad y pertinencia social.
BIBLIOGRAFÍA
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RUIZ LÓPEZ, Jairo de Jesús (1995):
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Revista Iberoamericana de Educación Principal OEI as.
− Posibilidad de
actividades distintas y simultáneas
Principio Nº 2: “El entorno
escolar ha de facilitar a todos y a todas el contacto con materiales y
actividades diversas que permitan abarcar un amplio abanico de aprendizajes
cognitivos, afectivos y sociales”
Es conocido por los profesionales
en pedagogía, que el aprendizaje en los niños se propicia mediante la
interacción del niño con el medio físico y social, mediado por el lenguaje.
Reconocer cómo aprenden los niños tiene repercusiones en lo que se refiere a la
construcción del ambiente del aula, pensado como ambiente dinámico, con la
posibilidad de recrearse, cambiarse y suprimirse, dependiendo de los proyectos
que se estén desarrollando.
Principio Nº 3: “El medio
ambiente escolar ha de ser diverso, debiendo trascender la idea de que todo
aprendizaje se desarrolla entre las cuatro paredes del aula. Deberán ofrecerse
escenarios distintos, -ya sean construidos o naturales- dependiendo de las
tareas emprendidas y de los objetivos perseguidos".
En la intención de involucrar
espacios exteriores como prolongación de la actividad escolar, y lo escolar
mismo como un cuerpo poroso que no da la espalda a su contexto, existen varias
propuestas. Casi todas hacia el desarrollo de currículos integradores de
distintos escenarios y que consideran como un todo el conjunto espacial entre
el interior y exterior del entorno físico del aula.
Principio Nº 4: “El entorno
escolar ha de ofrecer distintos subescenarios de tal forma que las personas del
grupo puedan sentirse acogidas según distintos estados de ánimo, expectativas e
intereses”.
Parece existir, según lo
establecen los autores citados, una relevancia entre los estados de ánimo, las
relaciones personales y los objetivos de la actividad, tanto como las
características del material y las metodologías que se emplean. Por
consiguiente es importante crear ambientes en el aula, cualitativamente
diferentes: unos orientados hacia la lúdica, la relajación, la libertad de
hacer, otros espacios más individuales y otros más colectivos.
Principio Nº 5: “El entorno ha de
ser construido activamente por todos los miembros del grupo al que acoge,
viéndose en él reflejadas sus peculiaridades, su propia identidad”.
Así como ocurre en otros
ambientes sociales, la casa, y en ella el cuarto, los individuos tienen el
derecho a decidir sobre la organización de su espacio, en el aula con mayor
razón se debe permitir que sus habitantes participen en su estructuración, pues
son ellos quienes vivirán en ella la mayor parte de su tiempo, por no decir de
sus vidas. Esto genera en los estudiantes sentidos de identidad y marca la
territorialidad que todo ser humano requiere para desplegar su vida.
En síntesis, se pretende
propiciar ambientes altamente favorables para la convivencia social y los
aprendizajes, por lo tanto se propone:
* Establecer una interacción
comunicativa efectiva y circular entre el maestro, el estudiante y el
grupo.
* Considerar las diferencias
individuales.
* Fortalecer el autoconcepto y
autoestima en los estudiantes y el maestro.
* El manejo de la clase debe
basarse en sólidas relaciones de grupo.
AMBIENTE EDUCATIVO Y ESTÉTICA
SOCIAL
El carácter ético del entorno
escolar es un elemento fundamental en los procesos de aprendizaje. La
racionalidad sensorial y la tematización de la afectividad, deben dar lugar al
despliegue de las subjetividades en sus configuraciones estéticas. Desde la
perspectiva de Luis Carlos Restrepo (1993), se puede entender el ambiente
educativo como un clima cultural, campo de agenciamientos simbólicos que
inscriben al sujeto en ese medio de cultivo específicamente humano, el
lenguaje.
En la escuela se generan procesos
de construcción y reconstrucción de la identidad subjetiva, dentro de una
empresa cuyo propósito es eminentemente ético: “lo que (para Restrepo)
determina nuestra actitud ética es a la larga nuestra afectación sensible, la
disposición corporal a convivir en ese engranaje de implícitos y no dichos que
caracterizan el espacio humano. Afecciones y no argumentos, hábitos y no
juicios, gestos más que palabras y proposiciones, es lo que nos queda después
de muchos años de trajinar por las aulas y la academia, como sedimento residual
de experiencias y aprendizajes”. Estos perceptos y disposiciones sensibles,
según Restrepo, son construidos de manera sutil en la interacción cotidiana, en
la dinámica del aula, en los intercambios afectivos y los ejercicios del poder
que cruzan tanto la familia como la escuela.
Todo problema ético remite a un
asunto estético, al campo de lo que se podría llamar “estética social”
(Restrepo, sf.) En tanto está en juego una forma de sensibilidad y es
social porque no se trata de la experiencia individual, sino de la afección que
se comparte con el grupo y que decide el curso del comportamiento del sujeto y
su escena en público. En esta perspectiva, la noción propuesta por André
Leroi-Gourhan (1971, p. 267) se compadece con lo expuesto hasta ahora. Para
este peleontólogo francés, la estética social o “comportamiento estético”
remite no a las nociones de la filosofía sobre lo bello en la naturaleza y en
el arte. No se trata tampoco de la sensibilidad eminentemente auditiva o visual
para el arte “...sino de rebuscar, en toda la densidad de las percepciones,
cómo se constituye, en el tiempo y en el espacio, un código de las emociones,
asegurando al sujeto étnico lo más claro de la inserción afectiva en su
sociedad”.
Preguntarse por la estética
social es hacerlo por la sensibilidad que se forma en la escuela. Negar la
afectividad que atraviesa todo proceso de aprendizaje, es desconocer la
importancia de ligarse por el deseo a los contextos escolares y sus actores
singulares. Es negar las cogniciones afectivas en la construcción del
conocimiento. En éste sentido, el trabajo del maestro es posibilitar la
formación de sensibilidades, las que se construyen y cultivan en ambientes
interhumanos a través de mediaciones e interacciones culturales específicas. De
igual manera negar la afectiva es negar también la posibilidad del disfrute y
el goce, por ello parte de lo que vive el ser humano también tiene que ver con
lo lúdico y placentero, sin deponer la exigencia y esfuerzo que supone todo
proceso educativo. En este sentido resulta pertinente dar una mirada a esta
dimensión que resalta una de las expresiones más típicamente humanas: lo
lúdico.
AMBIENTES DE APRENDIZAJE
LÚDICOS
La lúdica es una dimensión que
cada día ha venido tomando mayor importancia en los ambientes educativos,
particularmente porque parece escapar a la pretensión instrumentalista que
caracteriza a la escuela. La lúdica se presta a la satisfacción placentera del
niño por hallar solución a las barreras exploratorias que le presenta el mundo,
permitiéndole su autocreación como sujeto de la cultura, de acuerdo con lo que
señala al respecto Huizinga (1987): "La cultura humana ha surgido de la
capacidad del hombre para jugar, para adoptar una actitud lúdica".
Aquí es importante resaltar la
relación existente entre juego, pensamiento y el lenguaje, tomando el juego
como parte vital del niño que le permite conocer su entorno y desarrollar
procesos mentales superiores que lo inscriben en un mundo humanizado.
Para el tema que se expone, se
trata de incorporar la lúdica en los ambientes educativos, pues da lugar a los
procesos de construcción de identidad y pertenencia cognitiva, opción que se
sustenta desde el reconocimiento de que lo lúdico también reside en el lenguaje
y atraviesa los procesos educativos constituyéndose en medio y fuente que
permita relacionar pensamientos para producir pensamientos nuevos. Se debe ser
consciente que en la formación del niño y el joven interactúan varios factores,
y que lo lúdico es un escenario enriquecedor por lo cual no hay que perderlo de
vista, si se quiere abordar unas pedagogías propias del imaginario y
representaciones de ellos.
Uno de los elementos que han
permitido generar ambientes de aprendizaje lúdicos es la incorporación del
juego: Este es un recurso educativo que se ha aprovechado muy bien en los
niveles de preescolar y primaria, pero que, a medida que se avanza en la escolaridad
tiende a relegarse, a favor de formas más expositivas de enseñanza.
El juego es una función vital
sobre la que no es posible aún dar una definición exacta en términos lógicos,
biológicos o estéticos. Descrito por sus características, el juego no es
"vida corriente" ni "vida real", sino que hace posible una
evasión de la realidad a una esfera temporal, donde se llevan a cabo
actividades con orientación propia. El aislamiento espacio-temporal en el que
tiene lugar el juego genera mundos temporales dentro del mundo habitual, a
partir de una actividad particular. El juego introduce en la confusión de la
vida y en la imperfección del mundo una perfección temporal y limitada: permite
al sujeto crear un orden.
La noción de juego en su forma
coloquial, tal como es presentada por algunos autores, se concibe como una
actividad u ocupación voluntaria, ejercida dentro de ciertos y determinados
límites de tiempo y espacio, que sigue reglas libremente aceptadas, pero
absolutamente obligatorias; que tiene un final y que va acompañado de un
sentimiento de tensión y de alegría, así como de una conciencia sobre su
diferencia con la vida cotidiana.
Estudiosos del juego (Ferrari,
1994, pp. 47-49) destacan que puede empleársele con una variedad de propósitos
dentro del contexto de aprendizaje. Señalan que dos de sus potencialidades
básicas, las más importantes, son la posibilidad de construir autoconfianza e
incrementar la motivación en el jugador. Es un método eficaz que posibilita una
práctica significativa de aquello que se aprende; el juego en la educación ha servido
como motivador y a veces como recurso didáctico, sin embargo, en la práctica
pedagógica no se ha explorado suficientemente su potencial como espacio de
conocimiento y de creatividad.
De este modo, cabe pensar que los
ambientes lúdicos pueden ser no sólo ocasión de entretenerse y divertirse, que
es lo primero que se asocia con el juego; la sorpresa, lo gracioso, son
componentes naturales en el juego. Pero el juego-juego va más allá, permite
vivir en micromundos usualmente entretenidos y amigables (al menos no
amenazantes), sea situaciones de menor complejidad que las reales, o mucho más
allá de estas, fantasiosas y especulativas, pero en cualquier caso ceñidas a
las reglas vigentes y en pos de metas valederas. Y es por esto que el juego
permite desarrollar la creatividad, pues las reglas, dando un orden a la
interacción entre los participantes, no son necesariamente lógicas o ceñidas al
comportamiento del mundo físico, cabe inventárselas o concertar unas nuevas de
camino; esto brinda una muy sólida base para potenciar las capacidades humanas,
para traspasar el umbral de lo conocido, para desarrollar el potencial creativo
del ser humano y dar lugar a lo que más caracteriza al hombre: su capacidad
para simbolizar el mundo: la “libertad simbólica”. Éste aspecto es sumamente
destacado y valorado en los estudios de la semiótica y las ciencias sociales
contemporáneas. Para el antropólogo Gilbert Durand, el símbolo remite la
libertad del sujeto para crearse y crear el mundo: “Así se revela el papel
profundo del símbolo: es ‘confirmación’ de un sentido a una libertad personal.
Por eso el símbolo no puede explicitarse (...) Y la potencia poética del
símbolo define la libertad humana mejor que ninguna especulación filosófica:
esta última se obstina en considerar la libertad como una elección objetiva,
mientras que en la experiencia del símbolo comprobamos que la libertad es
creadora de un sentido: es poética de una trascendencia en el interior del
sujeto más objetivo, más comprometido con el acontecimiento concreto. Es el
motor de la simbólica. Es el Ala del Ángel”.
LOS AMBIENTES VIRTUALES. UN
DESAFÍO PARA LA EDUCACIÓN.
El paso del siglo XX al XXI será
conocido como el que marcará la transformación de una sociedad basada en las
relaciones materiales, a otra que se apoya en las relaciones virtuales
comunicativas en su sentido más amplio. Ahora, la existencia humana se
desarrolla en la esfera de lo virtual y lo semiológico, constituyendo la
comunicación mediática.
En la época actual las relaciones
físicas personales empiezan a perder peso, obviamente sin desaparecer, y
empieza a tomar fuerza el universo mediático-relacional, el espacio de los
lenguajes y el tiempo de las nuevas comunicaciones. Aparece el concepto de
cibercultura, como un escenario tecnológico para la producción cultural, de la
mediatización de lo social.1 Con éste fenómeno, las instituciones, los roles
personales, los individuos, las identidades y los grupos se transforman, lo que
de alguna manera introduce incertidumbre, desconcierto y a veces
desorientación, pero también nuevas posibilidades de organización social e
institucional.
Una sociedad de la información,
exige una nueva alfabetización basada en los nuevos medios técnicos y en los
nuevos lenguajes que ellos suponen. Son muchas las novedades y escasa la toma
de conciencia sobre los cambios que se nos presentan. Los sistemas de
educación, no son ajenos a este escasísimo discernimiento. Los procesos de
enseñanza se ven obligados a indagar como se suscitan en una relación de
aprendizaje ya no sólo mediada por el lenguaje oral y escritural sino por el
icónico-gráfico, la imagen digital y los variados sistemas de representación
que traen consigo nuevas maneras de pensamiento visual.
Es en la mediación como se va
pasando de un estado de información al conocimiento, pues la diferencia entre
información y conocimiento es que este último está dotado de significación, por
ello, las organizaciones que pretenden desarrollar acciones educativas con sus
integrantes más allá de pensar en una serie de contenidos, algunas veces
llamadas asignaturas e impartidas bajo modelos instruccionales, deben pensar en
los fundamentos y directrices didácticas y pedagógicas que la educación
digitalizada exige. A partir de la aparición de los medios, el papel del
aprendiz, o también llamado alumno se resignifica. Las relaciones con sus
profesores, tutores o instructores semodifica así como su relación con el saber
mismo. En la medida en que aparecen una amplia gama de fuentes y se consigue un
fácil acceso a la información, se desplaza la noción de saber a la de saberes,
la noción de verdad a la de verdades, distanciándose la concepción del saber
monolítico o el saber constituido, y surgiendo una visión más cercana al
“conocimiento como construcción”.
Pero las nuevas mediaciones
tecnológicas no sólo traen aparejados una transformación estructural en el
conocimiento, sino también en los vínculos intersubjetivos que se suceden en la
escuela y en las familias. En esta dirección, debe destacarse el papel que
cumple y ha cumplido la televisión y la internet con respecto a la familia y a
la escuela, pues trae por consecuencia un “desorden cultural” que descompone
las formas de autoridad vertical entre los jóvenes, sus padres y maestros. Como
lo ha sugerido Jesús Martín Barbero, la televisión “deslegitima” y
“deslocaliza” las formas continuas del saber promovido en la escuela desde el
texto escrito, que constituye el centro de un modelo lineal mecánico, basado en
aprendizajes graduales de acuerdo con las edades evolutivas del niño. Por medio
de la televisión el joven accede rápida y cómodamente a un “saber visual” que
subvierte el modelo escolar por etapas, legitimado por la autoridad del
maestro. Trasladada al hogar, la televisión cortocircuita las relaciones de autoridad
entre padres e hijos, al permitir que estos últimos accedan por su propia
cuenta al mundo que antes les estaba vedado, el mundo de los adultos (Pérez
Tornero, 2000, pp. 37-57). De esta manera los medios han venido a recordar que
antes de que los aprendizajes adquirieran la forma escuela, los niños se
encontraban entremezclados con la percepción y de lenguaje, a nuevas
sensibilidades y escrituras. Radicalizando la experiencia de des-anclaje
producida por la modernidad, la tecnología deslocaliza los saberes modificando
tanto el estatuto cognitivo como institucional de las condicionas del saber, y
conduciendo a un fuerte emborronamiento de las fronteras entre razón e
imaginación, saber e información, naturaleza y artificio, arte y ciencia, saber
experto y experiencia profana”. Mundo de los adultos, sin los escrúpulos y
cuidados con que hoy se los trata y aprendiendo los códigos culturales por
medio de prácticas sociales bastante versátiles y efectivas.
De otro lado, la posibilidad de
profundizar en la interactividad, otra característica de los nuevos medios,
adquiere un sentido pleno en el terreno educativo. El estudiante está en
posibilidad de decidir la secuencia de la información que desea seguir,
establecer el ritmo, cantidad y profundización de la información que pretende y
elegir el tipo de código con el que quiere establecer relaciones con la
información. Los anteriores elementos y otros no mencionados, hacen pensar que
la educación virtual en las instituciones educativas amerita un acercamiento
desde lo conceptual y teórico que fundamente las acciones, procedimientos y
rutas que se han de tomar para su realización y para la creación de nuevos
ambientes de aprendizaje de calidad y pertinencia social.
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