ESTAR ACTUALIZADO CADA DIA
LA
EDUCACION COMO NEGOCIO; LOS ESTUDIANTES COMO CLIENTES
BAJO
EL PARADIGMA NEOCAPITALISTA, LA EDUCACIÓN SUPERIOR HA MARGINADO A LAS
HUMANIDADES Y RENEGADO DEL ESPÍRITU ORIGINAL DE LA ACADEMIA
El profesor Terry Eagleton ha hecho un diagnóstico de las instituciones de educación
superior en Gran Bretaña en el que considera que las
universidades están terminalmente enfermas, al menos si continúan abrazando un
modelo clientelar de enseñanza. El sistema británico es sin duda distinto a los
sistemas universitarios que se pueden encontrar en países latinoamericanos, sin
embargo la tendencia de concebir la educación como un negocio, de desplazar las
humanidades en favor de carreras técnicas y de fomentar el pensamiento
utilitario en detrimento del pensamiento crítico se puede observar de manera
global, por lo que podemos extrapolar en cierta medida el análisis de Eagleton
a nuestros países particulares, aunque seguramente habrá algunas excepciones.
Eagleton, escribiendo para Chronicle, se enfrasca en una
franca diatriba en contra del sistema universitario de su país, en el cual ha
servido y del cual ha obtenido beneficios económicos. Si bien hay que tomar con
un grano de sal su condena de "la muerte lenta de la Universidad",
también debemos reconocer sus credenciales, especialmente en defensa de las
humanidades, siendo profesor emérito de inglés y autor de decenas de libros. La
seriedad del diagnóstico puede parecernos exagerada, pero si recuperamos el
sentido original del mundo académico (la Academia que proviene de la escuela
fundada por Platón), no es del todo equivocado. Regresando al origen, la
filosofía platónica concibe que el fin de la educación es abrir el ojo
interior, o el ojo de la mente, una forma de percibir desde una profundidad
psíquica desarrollada a través de la vida filosófica. En La República,
Platón señala que "lo que la educación debería ser, es el arte de la
orientación" y que no se debe "implantar una visión" en la
mente, sino simplemente enseñar a ver puesto que, como los prisioneros en la
cueva, muchas veces ni siquiera hemos desarrollado un ojo (metáfora de la mente
o del alma) capaz de distinguir las sombras de la fuente de la luz. En otras
palabras, esta educación está basada en un principio práctico de enseñar a
pensar y no qué pensar, desarrollando la capacidad de percepción individual.
Esta es también la esencia del método socrático, en el que el individuo llega a
sus propias conclusiones ejercitando la dialéctica. De igual manera, siendo
fiel a la filosofía platónica, la educación idealmente no sólo cultiva la razón
del individuo, sino desarrolla su capacidad intuitiva, la cual es una forma
superior de conocimiento según Platon, permitiéndole acceder a la noesis.
Podemos ver este espíritu académico al servicio del alma humana, por ejemplo,
en Erasmo de Rotterdam y en el génesis mismo del Renacimiento, ligado al
surgimiento de las primeras universidades europeas y a la circulación de las
ideas de Platón y Aristóteles, entre otros filósofos.
Teniendo esto en mente,
analicemos el estado de las universidades, siguiendo el diagnóstico del doctor
Eagleton. El principal problema que detecta Eagleton es que las universidades
han sido cooptadas por el modelo económico neocapitalista, haciendo que su
operación y valores sean casi idénticos a los de una corporación. Teniendo un
puesto a nivel de dirección en Oxford, Eagleton señala que sintió la necesidad
de renunciar cuando descubrió que "esperaban que me comportara como un CEO
más que como un académico". Esto es seguramente una administración en
favor de los intereses políticos y económicos de la universidad y no en favor
de la cultivación de las mentes de los universitarios. Este modelo, nos dice el
profesor Eagleton, está siendo adoptado a lo largo del mundo anglosajón a
partir de Stanford y el MIT, universidades que han creado el modelo de la
universidad empresarial. La creciente "bizantina burocracia" de las
universidades cree que está manejando "General Motors"; y entonces
quizás podemos extender la metáfora automotriz a los estudiantes como
autómatas, corriendo mecánicamente con un solo programa básico: capitalizar
económicamente sus estudios.
La enorme cantidad de dinero que circula en las
universidades, permite que parafraseemos al escritor de ciencia ficción y fundador
de la cienciología, L. Ron Hubbard, quien famosamente dijo que si uno quería
hacerse millonario debía fundar una religión. Hoy en día si uno quiere hacerse
rico parece un buen plan de negocios fundar una universidad.
Eagleton nos dice que cuando "los profesores se
convierten en gerentes, los estudiantes se convierten en consumidores". La
regla de la administración de que "el cliente siempre tiene la razón"
reencarna en el mundo universitario en profesores que "fracasan si el estudiante
reprueba" y en cursos hechos a la medida para estudiantes que responden a
modas y caprichos intelectuales, por lo cual vemos cursos de "vampirismo
en vez de victorianismo, sexualidad en vez de Shelley, fanzines en vez de
Foucault, el mundo contemporáneo en vez del medieval". Perdemos entonces
también la memoria histórica, entendiendo que, regresando a Platón, aprender es
esencialmente recordar.
El modelo económico dominante está ligado a una
política tecnocrática, y por lo tanto las "humanidades son las que más
están siendo orilladas". Se distribuyen fondos y becas en las
universidades para la ciencia, la medicina y la ingeniería, pero "se ha
dejado de entregar recursos significativos a las artes. No es disparatado
cuestionarse si departamentos enteros de humanidades desaparecerán en los años
siguientes. Si los departamentos de inglés sobreviven, tal vez sea sólo para
enseñarles a los estudiantes de administración de empresas cómo usar el punto y
coma", dice irónicamente Eagleton (dando una pista de algo que también
podríamos perder, el humor crítico del humanista). En el Renacimiento tuvimos a
la Familia Medici, quienes se convirtieron en mecenas de artistas y filósofos,
especialmente bajo la influencia del gran filósofo neoplatónico Marsilio
Ficino, quien era llamado "doctor del alma". Aún no se había perdido
la noción de que el hombre tenía mucho que ganar --ganancias incuantificables,
capital espiritual-- cultivando el arte por el arte, embelleciendo su
existencia. Hoy las universidades se mueven bajo el paradigma de que es la
investigación científica la que genera dinero, "no los cursos en
expresionismo o la Reforma".
Al suprimir o marginar a las humanidades también
perdemos la esencia de la "universidad", el lugar en el que se
expande el conocimiento de lo particular a lo universal, lo cual sugiere un
amplio abanico, un encuentro de todos los mundos, una totalidad, y no sólo un
limitado espectro racionalizado y atomizado conforme a la utilidad y la
preponderancia económica. La palabra "universidad" pierde su sentido,
y por lo tanto cuando Eagleton ve la gradual muerte de la universidad no está
del todo equivocado; las instituciones educativas superiores siguen y seguirán
pero tal vez las universidades estén muriendo, porque "el espíritu"
original está dejando el cuerpo o el campus.
Quizás este desplazamiento de las humanidades tenga
también una agenda política más perversa o al menos una utilidad poco
mencionada. Puesto que, como nos dice Eagleton, el valor de las humanidades
yace en que "no se conforman a las nociones dominantes". Esto es
justo de lo que hablábamos con la referencia al origen platónico de la
academia: el pensamiento crítico, reflexivo e intuitivo que no se alinea con el
adoctrinamiento de la estructura de poder sin antes cuestionarlo.
Observando esta tendencia y colocándose un poco en la
mente de Eagleton uno piensa en la alegoría de Alphaville, la película de Godard no del todo lejana a
la cueva de Platón o a la posterior The Matrix.
Una tecnocracia en la que las humanidades están virtualmente extintas y las
personas no recuerdan ya su existencia lo suficiente para poder cuestionar la
realidad en la que viven. La película de Godard es hiperbólica, una
reimaginación de los estados totalitarios en un momento en el que Stalin y
Hitler estaban frescos en la conciencia; sin embargo, también es sensible a los
mecanismos de propaganda occidentales que utilizan la tecnología como
herramienta fundamental de programación de las masas, literalmente implantando
imágenes en nuestra mente y no enseñándola a discernir. Tal vez Eagleton
exagera, al igual que Godard, y las universidades y nuestra sociedad no están
en un curso decadente. Lo que preocupa, sin embargo, es que podamos llegar a un
punto en el que ya ni siquiera seamos capaces de percibirlo, y que como ente
social hayamos perdido la capacidad de ejercer un pensamiento crítico o que ese
mismo pensamiento crítico sea tan marginal que no tenga ningún peso e
influencia en las decisiones colectivas. Entre la marcha irrefrenable del
materialismo, del capitalismo y del progreso cientificista, con sus poderosas
máquinas siempre encendidas, es difícil escuchar y darle importancia a la voz
del arte y del alma humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario